Tigres de papel que se aferran a sus vicios y creen que dirigen a la sociedad
Uno de los vicios más comunes y extendidos al analizar la vida pública del país es el de disfrazarse de exégeta. Sí, ponerse el traje de intérprete y revelador de lo que el otro dice.
Si un hombre público expresa algo o actúa de una manera, llueve un ejército de intérpreteso traductores de lo que realmente quiso decir aquél con sus hechos o palabras.
Y entonces se leen o escuchan deducciones o juicios severísimos contra lo expresado. Un hecho, un gesto, un mensaje corto, el renglón o la palabra de un discurso, dan lugar a una oleada de “sabios” que le traducen al pueblo lo acontecido.
Eso sucede en los noticiarios, las columnas o artículos, pero igual en los cafés o toda clase de reuniones. Abundan esos que leen de su personal manera un suceso o un comentario.
Esto, expresado con sano juicio, sentido común y honestidad, brindaría un servicio magnífico al común de los lectores o seguidores de los medios.
Juicios respetuosos, bien sustentados, desprovistos del prejuicio o el sesgo por donde se asoma el manipulador, el resentido o el intolerante fanatizado, serían de altísimo provecho para la sociedad.
Lamentablemente eso no ocurre. Basura sembrada así, producto de una carga emocional tóxica origina en sectores desinformados una multiplicada carga de odio y divisionismo.
Ejemplos de esto son comunes todos los días: que el presidente retomará el poder al concluir su sexenio, que tiene sujeta y amenazada a la presidenta electa, que ella no tiene voluntad ni ideas propias, que se trata de una reelección disfrazada, que continuidad y cambio aparte de una aberración es una falacia, que los militares se rebelan y urden un golpe de estado, que estamos en los umbrales del comunismo, etcétera.
Y como esto, cientos de deducciones de falsa sabiduría, pronósticos retorcidos, perversidad verbal pobre y enana.
En realidad son clichés repetidos en medios y en la calle. Ese modo de “razonar” lo hemos visto todo el sexenio en multitud de casos. Exégetas de muy baja catadura han parchado con este actuar su quehacer diario.
Y no obstante que los hechos los desmienten, que augurios y deseos presentados como verdades de granito se estrellan en la realidad de modo cotidiano, vuelven a la carga una y otra vez.
Probado está que este modus operandi, como forma individual o como estrategia grupal o partidaria no han funcionado, no da resultados. Y, no obstante, insisten una y otra vez.
Tres formas elementales habría para probar el fracaso de los exégetas de la perversidad: el país no está hundido, el resultado electoral es un frentazo brutal para los augures malévolos, y la paupérrima influencia y credibilidad de gran parte de los medios es una realidad incontrovertible.
Lo único que queda de manifiesto con la práctica incesante de esta clase de recursos malintencionados, carentes de la mínima seriedad y profesionalismo, es que cada día este sector se aferra a las viejísimas y caducas formas.
Rema contra la corriente, cierra los ojos ante la realidad, se atrinchera en la pereza, no crece acorde con lo que el país merece y demanda.
Mantiene una visión muy pobre, elemental y obtusa.
Y lo más grave, no admiten punto de vista en contra, ven al discrepante como enemigo, excluyen y aborrecen a quienes no siguen sus dictados. Se erigen en poseedores de la verdad, hacen de la mentira y fobias su estandarte y blasón.
Son los exégetas de cada día, “iluminados” del futuro, maestros de la interpretación dolosa.
Son capaces de condenar al paredón al mismísimo Jorge Castañeda, por el guiño reciente hecho a la señora Sheinbaum.
Letra pequeña
Gratitud. Un saludo a autoridades y amigos de Zacatlán. Mi agradecimiento por el buen trato y atenciones con motivo de la presentación de mi libro Saberes y Sabores en aquella hermosa tierra. Este pueblo mágico, por cierto, cada vez que se le visita ofrece a los ojos del viajero algo novedoso, distinto. Son gente laboriosa, innovadora, creativa.
Comunicación. El país y el estado requieren y reclaman una urgente política de comunicación social de sus gobiernos, en los tres niveles del poder. Está visto que la superada fórmula de los convenios de pago entre gobierno y medios no funciona. Sólo perpetúa enclaves de poder artificial, gasto oneroso e improductivo y alianzas de complicidad contrarias a lo que la sociedad merece.
La fórmula de “la mañanera” le funcionó muy bien al presidente, pero ni todos tienen su carisma ni la sola repetición de un modelo garantiza éxito alguno. Se trata de crear nuevas formas con veracidad, transparencia, sentido común y originalidad. Ni más ni menos que eso.