La oposición necesita dejar el odio y la cerrazón para plantear seriamente un modelo de nación

La estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido provocar a la oposición en su parte más irracional: la defensa de privilegios (clasismo, racismo), canonjías burocráticas, impunidad y corrupción. De esa forma se estigmatizó a los partidos del viejo régimen y a su modelo neoliberal como sinónimo de saqueo, corrupción y depredación ambiental.

De tal suerte que desde 2018 a la fecha se ha consolidado de facto un régimen de partidos que orbita en torno a Morenay al Partido Acción Nacional (PAN). Es decir, pudiéramos sacar de la ecuación a los partidos satélite y la disputa por el poder se centra en estos dos partidos, hablamos de la consolidación de un bipartidismo, o para ser precisos de una lucha bipolar.

En ese sentido, y de manera respetuosa hacia los partidos de la oposición, sobre todo el PAN, pregunto: ¿qué sentido tuvo aliarse con el anquilosado Revolucionario Institucional (PRI)? ¿Por qué prefirieron cargar con el rechazo contundente de la ciudadanía hacia ese partido? Y finalmente, ¿qué tanto les sirvió reciclar a viejos alfiles del viejo régimen para enfrentar una elección marcada por la necesidad de renovar las viejas prácticas del poder?

Pues bien, de su coalición ya desapareció el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y hacia ya va el PRI ¿continuarán entonces con esta estrategia? De hecho, algunos analistas afirman que esta elección daño a tal grado al PAN que lo más sano sería ¡cambiarse de nombre! y yo agregaría que hasta de fundamentos.

No tengo mayor interés que el de que la oposición sea seria, objetiva y creativa para que en el más sano sentido de la competencia, Morena también emprenda una acelerada renovación de sus procesos. En ese sentido, es imperativo para todos los partidos, pero sobre todo para los que se encuentran con riesgo de extinción, renovarse o simplemente dejarse morir.

@ACarvajal06