Román Sánchez Zamora

El poder es el pecado perdonado, la ambición, la gula y la lujuria son buenas absoluciones

-Un México de progreso, de petróleo, tierras, poder político, amores en la pobreza y en la opulencia, de caminares de la ambición, vividores del instante, el exceso del poder y de la belleza juvenil y la madurez del caballero que gusta de esos placeres con el sometimiento y despojo a los olvidados, de ese lugar muchos añoran desde sus residencias, que dicen fue mejor, pero no para todos, porque en el centro la gente vivía aun con sus pantalones de manta y ahogados en el pulque, esperaban niños, y mujeres a que el jefe de la familia saliera y saciar sus apetitos más básicos, sin dinero para la semana porque como jefe lo merecía.

-Perdimos todo, hasta la dignidad cuando se aceptó, masacres, a los parientes, el orgullo del nepotismo, a un jefe policiaco doctor honoris causa por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la renovación moral, la caída del sistema, un magnicidio, errores de diciembre, el cambio, los daños colaterales, la pobreza e indiferencia, los aspiracionistas y la vida sigue…

-La silla que a todos seduce, que da la razón, la gente se sienta alrededor, se personifica al dador de verdades absolutas surgidas del rescoldo del placer desventurado del poder, cual bohemio en una noche lejana.

-El poder es la seducción del pecado más profundo del ser, que ahora lo puede y debe aprovechar porque es sólo una vez y la noche es testigo, cómplice y compañera del placer que a nadie se contará y allí quedará…

-Me deja sin palabras- dice Bauman.

-La aceptación de la realidad sin cuestionar, sin ver por el futuro, sin responsabilizarse de quien un día el mundo cambiaría y el pensar que un país que vende materia prima alcanzaría del desarrollo, sus académicos lo sabían, pero no los escucharon.

Reflexionaron