Xavier Gutierrez

Los votos de los siempre ignorados se hicieron presentes en las pasadas elecciones

Muchos cabos sueltos quedan de la elección. Y otros que habría que ir anudando.

Hay una premisa ante todo: las elecciones se ganan con votos. Es una obviedad desde luego, pero siempre estará en el centro de la brújula en la lucha por el poder. Quien la pierde, pierde el rumbo.

Hay lecciones, enseñanzas por supuesto. Aciertos, fracasos, mitos, expectativas

1. A los estudiosos del proceso electoral no sorprendió el resultado, sí la ventaja de Claudia Sheinbaum. Quienes leyeron durante un año el resumen de encuestadoras, tenían claro que no había imprecisión. Claudia siempre estuvo arriba con una gran ventaja. Al final, 78 por ciento de las encuestadoras tuvieron razón y seis acertaron al cien por ciento.

2. Xóchitl escuchó el canto de las sirenas. Fue presentada como “un fenómeno mediático” por la cúpula periodística de la capital. Hoy queda claro que fue un producto artificial que así se quiso vender por su chispa, imagen populachera y ocurrencias. Parecía el antídoto para López Obrador. El tiempo puso a cada quien en su lugar. Quizá hubiera ganado sin problemas la capital del país. Quizá…

Resultó evidente que las ocurrencias no sirven como escalones para llegar a la silla. Sí arman un show, distraen y hasta gustan al respetable, la Presidencia es otra cosa. La sedujo la altura. Hoy, está en su sitio.

3. Los periodistas que copan el 98 por ciento de los medios (tv, radio, diarios, redes) que están contra López Obrador evidentemente leen un libro muy distinto al que leemos el resto de los mexicanos. Sus comentarios son obsecuentes con el anti todo. Esa obediencia voluntaria o por paga, ciega.

No critican (entendida esta función como reprobación y aplauso) sino descalifican, agravian, adulteran la realidad y mienten. Con esa partitura no atienden al público destinatario sino a quienes son sus patrocinadores, aliados o afines ideológicamente. Consecuencia: su forma de comunicar no influye. Lo vimos, el voluminoso electorado va por otro lado.

4. No mirar al México profundo que tenemos junto es un suicidio. Atenderlo, así sea con programas tachados de populistas, da el resultado que vemos. Millones de mexicanos (¿12, 20, 30 millones?) esperaron treinta años, seis sexenios, y se hicieron viejos con la mano extendida creyendo que algún día les llegaría el apoyo tantas veces prometido.

Soñaban con apoyos, estímulos, dinero sin intermediarios. Y un día ¡por fin llegó! Ese día dejaron de considerarlos muertos de hambre, holgazanes, nacos, limosneros. Tuvieron que ver desfilar a más de seis presidentes para ese momento.

Y entonces, le dieron las gracias y su voto. ¿Son malos mexicanos, no son ciudadanos, son ingratos, merecían mejor el abandono, la indiferencia y el destierro? ¿No son acaso la personificación de la deuda que tenemos todos con ese México real que hemos forjado? ¿Su opinión y voto no pesa, no cuenta?

Los comentaristas que se sienten tocados por el dedo divino nunca los vieron, nunca sus textos se han dirigido a ellos, los han visto como una vergüenza nacional. Hubo uno que dijo que bastaría borrar del mapa a Chiapas, Oaxaca y Quintana Roo para que nuestro país estuviera entre los del primer mundo.

Evidentemente, esa comentocracia ilustrada vive en otro mundo, tiene otro destinatario, sigue los dictados de un poder que golpea, socava, distorsiona, manipula, pero no construye.

5. Hoy queda claro que no se ganan elecciones con cientos de carísimos espectaculares (Nacho Mier y Julio Huerta), “mareas rosa” o medios repitiendo como loros denuestos o insultos, memes torpedeando y redes desinformando. Funciona, sí, la comunicación a flor de piso, la dosificación inteligente en los medios, el contacto personal y la seriedad sin solemnidad del mensaje. Alejandro Armenta y Claudia Sheinbaum lo hicieron en un paralelismo virtuoso.

Ahí tienen el resultado, un triunfo aplastante.

6. Claudia es la ganadora contundente, la presidenta electa, y será la presidenta. Pero el liderazgo apenas empezará a construirse. No confundir al que manda con el que dirige. No confundir jefatura con liderazgo. Este último es líder y los liderazgos se construyen, sobre cimientos de confianza, congruencia, compromiso y resultados.

Sí, es verdad, ella se benefició del inmenso poder de liderazgo sui generis de López Obrador. Él generó una marca, tiene un enorme manto protector, es un árbol que brinda una frondosa y generosa sombra. Pero el líder es él. Claudia empieza ahora a labrar el suyo, ajeno a dedos celestiales o cuerdas tras el telón.

El reto lo tiene ahora, entre manos. Y por supuesto que tiene las herramientas personales para edificarlo. Tiene preparación, disciplina y visión clara de su vínculo con el país. Ya está caminando.

7. Alejandro Armenta empezó a gastar suela hace mucho tiempo. Peinó el estado una y otra vez. Enfrentó y remontó celos y desafíos, poderes y trampas. Simultáneamente se preparó en las aulas y construyó andamios en las alturas del poder. Determinó su estrategia en diversos frentes, todo el tiempo. Privilegió el contacto humano, la relación personal. Tenía claro los tiempos de siembra y cosecha, viene del campo.

Conquistó la cima. Viene el segundo reto: el equipo. Nadie gobierna solo, el hombre es la suma de sus partes.

8. La comunicación, está visto, es un frente fundamental en el reto que tiene la presidenta electa. López Obrador, debido a su genio y carisma, construyó una muralla que era, ¡es!, al mismo tiempo, fortaleza y resonancia. Lo primero para la defensa y lo segundo para el combate. Pararrayos de todo calibre, ariete contra todos los frentes.

Pero esos valores y características tan personales no se heredan. Claudia tendrá que aguzar el ingenio y diseñar y montar un sistema con inteligencia y audacia. No cerrar los ojos a la innovación y disrupción.

Armenta, igual, ambos en sus terrenos. Tienen una oportunidad extraordinaria, un reto maravilloso para crear, inventar, abrir brecha y dejar huella.

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