Una decisión y el mundo cambia, las posibilidades de un sí o un no; hay mucho poder allí

Sólo fue una carta, allí resumió todo el tiempo, en donde dijo que solamente había encontrado dolor, incertidumbre, que no se sentía satisfecha, que las risas y las últimas caminatas fueron incómodas…

Pedro observaba las plantas por su ventana; ya todos se habían ido, una esposa, los hijos, -sin lo que más quiero, qué más me da…- decía para sí mismo, la letra de Jacinto Cenobio.

Para un hombre era requisito casarse. Daba más certidumbre y por ello fundó su familia, escribió varias veces en sus cuadernos personales.

Al final llegó ella, ese gran amor que tuvo y se marchó, varias veces se reprochó por no llegar el día que acordaron en dónde formarían su propia familia: él ya jamás se iría, ella lo esperó hasta tarde, se vieron días después -no estaba listo- ella solo lo miró, bajó la mirada y comenzó su duelo, de olvido, de arrancarse cada parte de lo vivido y se fue.

Ella se casó, tuvo dos hijos, a uno le puso Pedro, nunca lo pudo olvidar, pensó que hizo lo mejor. A lo lejos vio su carrera crecer y nunca le llamó ni se acercó.

-Sabía que lo lograrías, pero yo deseaba estar allí, nunca nadie tuvo tus sueños, por eso nunca te olvidé y me reproché mil veces el separarme de ti. Las personas que me aconsejaron que te dejara en realidad nunca buscaron mi bienestar, la vida estaba a tu lado y la deje escapar por dejar que sus palabras decidieran por mí- dijo ella fuera del teatro en donde él daba su recital anual.

Al principio le buscaba entre el público, Pedro sabía que ella lo amaba, pero nunca le encontró.

-Mi mamá me dijo que eras especial, que ibas para grande, que no eras de estos lugares y así fue.