Dos escenarios a vuelo de pájaro: política y turismo en un paraíso de seis cascadas
Los debates son espectáculos emocionales. Salvo excepciones. Y esas excepciones hace buen rato que no se han dado.
En el reciente eso vimos. Claudia Sheinbaum en su papel y Xóchitl Gálvez en el suyo.
Quien va ganando en la tabla de posiciones no arriesga, cuida su capital. Merodea, pero se cuida. La candidata del PRIAN, sin nada que perder y todo por ganar se tira a fondo.
Y así fue. Recurrió a todo su arsenal y bombardeó inmisericorde como los israelíes a la Franja de Gaza. Su adversaria un par de ocasiones acusó recibo y se mantuvo en un plano superior. Ambas se tiraron con toda clase de armas convencionales y de las otras.
Ideas escasas, denuestos muchos. Máynez se desinfló respecto al debate anterior. Agotado el uso recurrente de la sonrisa con el no menos sonriente bigote, aceptó terciar en el grupo.
Me pareció que el primer debate despertó más expectación por ser precisamente el primero en varias cosas. El segundo, ya conociendo “qué armas porta” cada una, en general decepcionó al respetable.
Salvo a quienes complace la figura entrona navaja en ristre de Xóchitl. Jugó su rol. Cumplió puntualmente la pauta pactada por su equipo aunque se vistió de Xóchitl y al estilo idem. Desempacó sus atributos de origen, excepto las gelatinas de infancia.
Unos y otros proclaman triunfos. La mayor parte de los comentaristas de los medios, que han mostrado una persistente hostilidad hacia López Obrador, vio una superioridad de Xóchitl. La verdad es que salieron con abolladuras en ambas carrocerías.
Trapos al sol al parejo. Suele ocurrir así en las peleas de box, aunque ahí la gritería del respetable juega un singular papel complementario. La gente, en un debate como el que vimos, desea ver sangre.
No faltan quienes movidos por sus instintos primarios eso desean. Y hay quienes eso ven. Y con base en belicosas actitudes y esperanzas, reparten triunfos y coronas de laurel.
Y salen gozosos y satisfechos del ruedo como en las corridas del “Cordobés”.
No es extraño del todo, esto. Los debates no apelan al sereno juicio, al razonamiento juicioso, al criterio sensato del analista. No. Son soliloquios individuales dirigidos al público. La televisión arma el espectáculo y los actores acuden con más o menos placer según su posición en las encuestas.
Sabido es que debates como este no provocan una variación notoria en la competencia. Si acaso dos o tres puntos se reflejan en los estudios demoscópicos. El público simpatizante de cada uno es fiel, no se mueve, o acaso confirma su inclinación previa.
Como aquí vimos, las dos damas se dirigen más bien a los indecisos. Y los hacen con sus recursos, distantes de los mensajes mesurados, equilibrados y con sólidos sustentos teóricos. Por eso ofrecen obras inconmensurables cuyo costo no tiene soporte en el presupuesto gubernamental.
Mucha paja, poco trigo…
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Vamos a Zoquiapan…
-¿Y todo este paraíso con seis cascadas es de usted..?
-“No, mire usted, escúcheme usted bien, todo lo que usted está viendo es de Dios, yo sólo tengo los papeles”.
Así me responde Esteban Pérez, un serrano fuerte, forrado de optimismo, emprendedor sobrado de ideas y amor a la vida. Ama a la naturaleza, la cuida, la aprovecha, a ella dedica todo su trabajo y suma a otros paisanos a trabajar para él con trato afectuoso y pago justo.
Su propiedad es un trozo de la sierra con una selva impresionante. En ella hay seis hermosas cascadas y un par de manantiales. Son como un rincón escondido muy cerca de Zoquiapan (“en agua lodosa o cenagosa”, significa en náhuatl), un pequeño pueblo situado al noreste de nuestro estado, justo en los límites de Puebla y Veracruz.
Está a unas tres horas de la capital poblana y la carretera de descenso es una espiral, como un sacacorchos que parece no tener fin. Bajar a una de las cascadas situada en el fondo de una especie de poza a unos 30 metros de profundidad resulta pesado, sobre todo con el equipaje a cuestas pero, peeeero, como bien reza el dicho, “todo camino difícil te premia con creces el esfuerzo”.
La sorpresa es reconfortante, extraordinaria. La cascada, de unos treinta metros, tiene una poza como alberca natural de no más de metro y medio de profundidad. El agua es fría temprano, fresca al mediodía y tibia por la tarde. Rocas, ajolotes y pececillos son parte del paisaje acuático. El espectáculo es como una cortina de doce metros de ancho que ofrece hidromasaje natural indescriptible.
Alrededor todo es verde, no hay un metro sin cubrir por pasto o vegetación. Gigantescos encinos resguardan este paraíso poblano. En lo alto vuelan los zopilotes buscando comida, algun águila patrulla el cielo, más abajo se cruzan entre el follaje las chachalacas y otros pájaros. La fauna del bosque es de cacomixtle, armadillos, conejos y por la noche toca el turno a las luciérnagas, que rondan como con celulares diminutos en la espesura de la selva.
Un espectáculo extra se da puntual a las siete de la noche: el desfile de miles y miles de murciélagos formando como un río celeste a lo largo de varios kilómetros; se dirigen a buscar comida a ciertas zonas de la sierra. La nube interminable de estos animalejos es oportunidad de oro para la cacería sorpresiva y furtiva de algunos gavilanes, que con maestría capturan a sus presas en pleno vuelo.
Esteban es un hombre con mucha experiencia en la vida. Fue alcalde y retornó a la vida común de su campo, disfruta pasear por la sierra con sus tres hermosos caballos y es hábil para preparar vinos de frutas y yerbas de la región; salpica su conversación con dichos, recuerdos y sueños, sueña y trabaja con metas ambiciosas y claras. No tiene prisa, va pian pianito, pero pretende erigir este admirable atractivo natural en un polo de disfrute donde armonicen en perfecto equilibrio y respeto la belleza del paisaje y los servicios mínimos al visitante.
Allá al norte, en ese bellísimo rincón envidiable, dejamos con un apretón de manos a un poblano de empuje y trabajo rudo, pero de un corazón festivo que irradia afecto a quien se cruza en su camino.
“Saberes y sabores”, así se llama mi reciente libro, que está a la venta en el restorán “El Cazador”, 3 Poniente 147 en el Centro Histórico de Puebla.