Las ciudades y el cambio climático tienen un nuevo punto de conexión. Debajo de nuestros pies se está produciendo un fenómeno que ya tiene consecuencias para la vida tal como la conocemos: el cambio climático subterráneo.
En lugares como Chicago el suelo está cediendo debido a las altas temperaturas del subsuelo y las infraestructuras de la ciudad ya se están deformando. Sin embargo, las investigaciones sugieren que es posible reutilizar el calor residual en el suelo y usarlo de forma sostenible.
No es necesario residir en ciudades como Venecia, Tokio o Ámsterdam para que la infraestructura urbana esté expuesta a amenazas naturales. A los violentos temblores de los terremotos o el riesgo de inundación por el incremento del nivel del mar ahora hay que sumar un nuevo fenómeno: el cambio climático subterráneo.
Este fenómeno, que empieza a ser objeto de estudio, puede tener un impacto significativo en la integridad de los edificios, calles o carreteras, planteando nuevos desafíos para la ingeniería civil y la planificación urbana.
El cambio climático subterráneo es un concepto que describe el aumento de temperatura que sucede debajo de la superficie de la tierra. Y no, no es lo mismo que el calentamiento global que experimenta el planeta debido a las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque sí que coinciden en algo fundamental: ambos son provocados por la actividad humana.
Este suceso se debe principalmente al calor liberado por los edificios y el transporte subterráneo. El hormigón, el asfalto y otros materiales de construcción absorben el calor durante el día y lo liberan lentamente durante la noche, lo que contribuye a este fenómeno. Además, la energía utilizada en los sistemas de metro, desde los sótanos o a causa de las redes de calefacción también libera calor que se acumula bajo tierra.
A medida que el suelo se calienta, también se deforma. El cambio climático subterráneo hace que el asfalto y el hormigón se expandan y se contraigan, amenazando la integridad estructural de las calles y de los edificios que se levantan sobre ellas.
Un estudio publicado en Communications Engineerin comprobó que este fenómeno puede desplazar verticalmente los cimientos de los edificios hasta 12 milímetros y hacer que se hunda hasta 8 milímetros, lo que provoca posibles grietas y corrosión.
Chicago es la primera ciudad donde se están analizando estas consecuencias. Concretamente, en el distrito financiero de la ciudad, conocido como el ‘Loop’. El investigador Alessandro Rotta Loria, profesor de ingeniería civil y ambiental de la Universidad de Northwestern y autor del estudio, instaló con ayuda de su equipo más de 150 sensores de temperatura en distintas localizaciones en la superficie y en el subsuelo de la ciudad.
En conclusión, el cambio climático subterráneo es un fenómeno emergente que plantea desafíos significativos para la infraestructura urbana. Sin embargo, también presenta una oportunidad única para adaptarnos a este nuevo desafío, como es el caso del aprovechamiento del calor subterráneo para nuestros sistemas de calefacción. A medida que avanzamos, es crucial que sigamos investigando, adaptándonos y buscando soluciones sostenibles para proteger nuestras ciudades y nuestro planeta.