La búsqueda del ser, del amor propio va más allá del dinero y de supuestas oportunidades
Las tiendas aun vacías… Era muy temprano.
Él se sentó.
Él la vio.
Ella lo miraba repetidamente.
Él no tomó en cuenta ello.
Ella se le acercó.
Una señora de más de cuarenta, él de veinte: “eres un tipo muy hermoso”. Le dejó su tarjeta.
Dos días después, él le llamó…
-Claro mi vida, ven a casa, yo trabajo desde aquí… Te invito a tomar algo.
Él llegó…
Ella lo esperaba con una bata negra, maquillada y con una gran sonrisa, sin duda ella había tomado algunos tragos.
-Me pones nerviosa.
-¿Qué tomas? Tengo de todo…-
–Solo una cerveza…- dijo él.
Ella le besó al tomar la cerveza, él sintió la lengua de ella en su boca en un instante… se disculpó y dejó la cerveza y a ella con sus intenciones…
-Quería conocerte, eres hermosa, deseaba saber más de ti, me siento mal… perdón. Y él se fue.
Todos los días pasó frente a su casa, siempre blanca, limpia. Un día quitaron una puerta, otra y otra más, la pintaron de gris, le pusieron un cerrojo… Un día él se detuvo cerca, entró a una tienda, deseaba saber más, pero no deseaba preguntar…
-Es una casa hermosa, ¿verdad joven?, le dijo el tendero.
-Ella, tenía mucho dinero, la señora tenía amantes ocasionales. Desde aquí se ve todo lo que pasa en la calle.
-Un día llegó algo indispuesta ella-.
-Y me dijo que había conocido al amor de su vida en el centro, que le invitó una copa; deseaba saber más de él, pero él se fue, ella pasó meses sufriendo por él, me lo describió muchas veces y al verle, me llegó el recuerdo a la cabeza.
Dicen que le dejó todo a él, lo investigó, dicen que aún le buscan.
Él, escuchó, suspiró, nunca volvió.