El hecho deja más dudas que certezas sobre las consecuencias que traerá para el gobierno de México
La captura o detención del capo Ismael, El Mayo Zambada y del hijo de El Chapo Guzmán, Joaquín Guzmán López, llevada a cabo por agentes del FBI, que no de la DEA, la tarde del 25 de julio, en el Paso Texas, además de ser un duro golpe a uno de los cárteles más importantes de México que es el Cártel de Sinaloa, también lo es para el combate a los grupos de la delincuencia organizada que controlan casi la tercera parte de los estados del país y además deja más dudas que certezas, sobre la forma, los medios y las consecuencias que traerá para el gobierno del presidente López Obrador.
Dicha detención, en la que ni la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana Rosa Icela Rodríguez ni la Secretaría de Marina, ni la Guardia Nacional, ni el Ejército mexicano participaron y mucho menos estaban enterados, de acuerdo a las declaraciones hechas por dicha funcionaria en la conferencia mañanera del Presidente López Obrador del 26 de julio, donde afirmó, que se tuvieron noticias de la detención, hasta que les fue notificado por la embajada de los Estados Unidos.
Las especulaciones sobre si se trató de una entrega, de una detención o si hubo un acuerdo pactado previamente con las autoridades estadounidenses de los capos para obtener algunos beneficios o entregar información confidencial con relación a los pactos entre los cárteles y las autoridades del gobierno mexicano están desatadas, y para muchos analistas ante la falta de resultados, la estrategia de seguridad del presidente queda como fallida, porque a casi seis años de su gobierno, nunca pudo ubicar y menos detener a El Mayo Zambada ni al hijo de El Chapo Guzmán, que hoy ya están detenidos por el vecino del norte.
Por otro lado, también se ha especulado que este golpe al Cártel de Sinaloa, puede favorecer al nuevo gobierno que encabezará a partir del 1 de octubre la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo, porque sobre su administración, no pesará la sombra de qué estaría coludido con dicho cartel, como le ocurrió al gobierno del presidente López Obrador.
Los próximos meses serán cruciales cuando salga a la luz, toda la información sobre la detención de El Mayo Zambada y del hijo de El Chapo Guzmán, y que se ha originado en todos los medios a nivel nacional e internacional.
La detención o captura de las dos cabezas del Cártel de Sinaloa, es una demostración del uso de inteligencia y estrategia de las autoridades de los Estados Unidos para ir desmantelando a los cárteles de la droga que existen en México y que trafican estupefacientes con destino a la Unión Americana.
Se prevé un reacomodo en los mandos del Cártel de Sinaloa para nombrar nuevos líderes y continuar con sus actividades delictivas, para evitar la entrada de otros cárteles a los territorios que actualmente controla dicho cártel, cuyas actividades seguramente no se detendrán.
Será interesante en las próximos días, conocer los movimientos del segundo cártel más fuerte de México, que es el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) que podría convertirse en el más importante del país, si es que el Cártel de Sinaloa no logra reagruparse, y sí los demás cárteles deciden seguir trabajando divididos o si deciden integran una sola organización, ante la embestida de la DEA y el FBI que seguramente no detendrán sus investigaciones y capturas, en momentos en que el gobierno del presidente Biden y el Partido Demócrata necesitan demostrar a los estadounidenses que están llevando acciones para frenar la entrada de drogas sintéticas a los Estados Unidos, como el fentanilo que en el último año ha causado la muerte de más de 146,000 jóvenes en edades entre los 20 y 35 años.
De ahí la importancia de la captura de El Mayo Zambada y del hijo de El Chapo Guzmán, Joaquín Guzmán López, ya que electoralmente beneficiará al Partido Demócrata en las elecciones presidenciales de noviembre de este año, y le quitará al virtual candidato del partido republicano, Donald Trump la bandera de qué él si será capaz de terminar con los cárteles mexicanos y de enviar sicarios asesinarlos a México para terminar con sus actividades delictivas.
Así las cosas, en ambos lados de la frontera y en los gobiernos de Estados Unidos y de México, las estructuras de seguridad se han cimbrado y con la llegada de una nueva Presidenta en México y de quizás otra en el vecino del norte, antes de que finalice este año, se espera que sigan las detenciones y se termine con la corrupción y crecimiento de las estructuras del narcotráfico a nivel internacional, cuyo peso en la economía de ambos países se ha hecho sentir y representa un grave problema para la lucha en contra de la corrupción y la impunidad que ha propiciado la violencia y homicidios en México en los últimos 18 años.