En los tiempos de fuerza, en donde todo se compra y se vende, forzar un amor no es lo ideal
Él llegó al mismo bar de siempre… Meseras, show nocturno, música leve, un lugar que no llamaba la atención; por eso comenzó a ser su favorito, porque nunca encontraría a alguien conocido, y tomar una copa.
De cerveza pasó al ron, luego al vodka, y allí quedó siempre uno con tonos ácidos, ese fue el que pedía y que ahora tenían con regularidad.
Un día le miró a ella, ella le sonrió como a cualquier cliente y se fue a sentar con él.
Él hablaba de su trabajo, pero sobre todo de sueños. Nunca trató de besarle, era el cliente ideal; además, al final pagaba las notas, las fichas imaginarias, no bailaba y una propina que sacaba de su saco y le agradecía por su atención.
Después de un tiempo, de sus visitas esporádicas, ella le pidió su número de teléfono; que le parecía muy agradable, que quizá en otro espacio pudieran verse.
–En estos sitios no hay gente como tú, y he pensado mucho en ti.
Ella le dijo, él sonrió, y un día se vieron para comer hablaron mucho como de costumbre.
–Yo deseo que te quedes en mi vida, no tengo mucho, pero sin duda que siempre te pienso.
Él sonrió, suspiró y le dijo:
–Entre los dos todo estuvo permitido y un día te dije que no te enamoraras y tu reíste de mí, fue la primera noche en que te conocí y solo te traté como me gusta que me traten con respeto y la armonía necesaria.
–Entonces, ¿no?
-Eres una encantadora, con la figura ideal de un comercial o una película, pero yo no soy lo que requieres.
Ella cambió su semblante.
–Yo estoy para dejar, no para que me dejen.
Se volvió una furia… le dio una bofetada. Nunca más volvieron a verse.