ríosEl río Salmon en Alaska ahora tiene un color naranja oxidado debido a los contaminantes metálicos liberados por el deshielo del permafrost. © UC RIVERSIDE/TAYLOR RHOADES

En la cordillera Brooks, al norte de Alaska, los ríos que durante décadas fueron tan claros que podían beberse directamente hoy corren turbios y anaranjados. La causa no está en una mina cercana ni en la actividad industrial, sino en un fenómeno mucho más profundo: el deshielo del permafrost.

Un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences explica que, a medida que el suelo permanentemente congelado comienza a descongelarse, el agua y el oxígeno penetran en rocas ricas en sulfuros, desencadenando reacciones químicas que generan ácido sulfúrico. Este ácido, a su vez, libera metales como hierro, cadmio y aluminio, que terminan arrastrados hacia los ríos.

“Así es como se ve el drenaje ácido de las minas. Pero aquí no hay mina”, señaló Tim Lyons, biogeoquímico de la Universidad de California, Riverside, y coautor del trabajo. “El permafrost se está descongelando y cambiando la composición química del paisaje”.

El fenómeno empezó a notarse en 2019, cuando Paddy Sullivan, ecólogo de la Universidad de Alaska, realizaba trabajo de campo en la región. Un piloto le advirtió que el río Salmon no se había aclarado tras el deshielo y parecía agua residual. Esa primera alerta dio paso a una investigación más amplia, en la que participaron Lyons, Sullivan, Roman Dial (Universidad del Pacífico de Alaska) y otros especialistas.

El análisis confirmó que el proceso afecta no solo la claridad del agua, sino también su calidad química. Los niveles de metales encontrados en el río Salmon superan los umbrales de toxicidad establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos para la vida acuática. El cadmio, por ejemplo, puede acumularse en los órganos de los peces y afectar a animales como osos y aves que dependen de ellos como alimento. Además, las partículas de hierro en suspensión reducen la luz que llega al fondo del río, dificultan el crecimiento de algas y ahogan a las larvas de insectos que son la base de la dieta de salmones y otros peces.

El impacto ecológico es amplio. El salmón chum, esencial para la subsistencia de comunidades indígenas, podría tener dificultades para desovar en lechos de grava obstruidos por sedimentos. También especies como el tímalo y la trucha Dolly Varden están en riesgo. “No se trata solo del caso del río Salmon”, advirtió Lyons. “Esto está sucediendo en todo el Ártico. Dondequiera que haya el tipo adecuado de roca y permafrost en descongelación, este proceso puede iniciarse”.

A diferencia de los drenajes ácidos en minas, donde es posible instalar barreras o sistemas de contención, en las cuencas remotas de Alaska no existe infraestructura para detener el proceso. Una vez que comienza, el único freno posible sería la recuperación del permafrost, algo incompatible con la tendencia actual de calentamiento.

“Una vez que empieza, no hay solución”, dijo Lyons. “Es otro cambio irreversible impulsado por el calentamiento del planeta”.

Los investigadores advierten que lo que ocurre en el río Salmon es un anticipo de transformaciones más amplias en las cuencas hidrográficas del Ártico. El objetivo ahora es aportar información que permita a comunidades locales y autoridades anticipar los impactos y, en la medida de lo posible, prepararse para enfrentar sus consecuencias.