Un recorrido por sitios pintorescos, con pulque, barbacoa y nieve
“Estos aires ya son de Todos Santos…”, “este aire ya es todosantero…” “este aire ya huele a muertos…”, así dice la gente a mediados de octubre de cada año. El clima empieza a cambiar, se van las lluvias y se viene acercando el frío. Y precisamente en estos días el caminante enfila los pasos hacia rumbos de su terruño, claro, por Tochtepec.
Emprendemos un breve recorrido gastronómico, etílico y heladero por la región central de nuestro estado.
Tomamos por la carretera federal hacia Tehuacán, que por cierto se encuentra en buenas condiciones. Entre Amozoc y Tepeaca, a un costado de esta vía, observamos que cada mes crece más una larga zona comercial que sin duda va a dar lugar a un nuevo pueblo.
Se venden artesanías y fruta. Y lamenta uno que cada vez más las primeras son provenientes de China. Hay artículos decorativos y utensilios de cocina de barro y piedra de manufactura local que valen la pena.
Pasando San Hipólito hacemos la primera parada. Es obligado en esa larga ruta que he transitado desde mi lejana infancia, hacer un alto en ese punto conocido como El Empalme (se le llama así porque es un cruce de caminos que, como que se empalman), es un gusto y deber ineludible. Ahí, literalmente a paso de carretera está un puesto de pulques llamado “El Patrón”.
Lo venden natural y curado, este de cuatro o cinco sabores preparado deliciosamente. En estos lugares al que no es curado le llaman “fuerte”. El de este sitio tiene un sabor fresco y dulce extraordinario.
Los de sabores son una delicia. Bien equilibrado el pulque con la fruta (piña, fresa, piñón, coco u otra de temporada) lo convierten en una bebida “levantamuertos”. Este primer goce terrenal es de a pie. El paisaje de la zona es pintoresco, Xochiltenango (es el municipio) quiere decir “lugar de flores”, y en estos días el amarillo-naranja domina el paisaje.
Es una zona que produce mucha flor de muerto que abastece a la parte centro sur del estado. Ahí cerca están los enormes mercados de Huixcolotla y Tepeaca y en la carretera son comunes los camiones cargados con este aromático y bello componente central de la festividad mortuoria.
Estimulados por la espirituosa bebida llegamos a la segunda parada: San Juan Acozac. Ahí también, a un costado de la carretera está “El Rey de la Barbacoa”, don César. Es un barbacoyero con una larga experiencia. Bajo una enorme carpa, un espacio aseado y bien dispuesto, se encuentra un restorán campirano que ofrece una barbacoa que es de lo mejor del mundo. Hay también otros platillos: consomé de barbacoa, huaxmole, mixiotes y algunos más, todos de una calidad “triple A”.
La carne casi se deshace, el sabor se nutre en el genuino saber de los antiguos barbacoyeros de la región y termina uno francamente chupándose los dedos.
Don César justifica plenamente su condición de monarca de estos menesteres cuando uno da fe de sus platillos.
Avanzamos en la ruta central del estado y hacemos la tercera parada en Zacaola. Su nombre significa “zacatal del camino” y ahí se venera a San Miguel. Cada año el 29 de septiembre celebran su fiesta parroquial, caracterizada por la variedad, tamaño e innovación de sus “toritos de luces”.
Ahí elaboran toritos y otros muchos animales de cartón, carrizo y cohetes, que son el atractivo nocturno de un sinfín de ferias de todo el estado. Su calle principal es como un muestrario de este singular ganado que alegra los festejos de todo tipo de nuestros pueblos.
Ahí, en pleno zócalo, la primera nevería. El manjar son las nieves de leche. Su confección y sabor es único en el estado. Nada que ver con los helados con sabores artificiales y agregados químicos de las ciudades. Esta es la típica nieve de pueblo. Su semejante más cercano son las nieves de leche quemada de Oaxaca, parecidas pero cada una con su jerarquía.
He indagado que los primeros heladeros de este tipo de delicia surgieron en Chipiltepec, un pueblecito pequeño distante a unos tres o cuatro kilómetros de Zacaola pero que pertenece a Tochtepec. De ahí han conquistado otros lugares de la región.
Esta nieve se complementa con polvorones. Hay nieves de tres o cuatro sabores, pero las de leche y limón son las imperdibles.
De ahí nos vamos a la cuarta parada, la nevería del zócalo de Tochtepec, (su nombre significa “cerro donde hay conejos”) misma factura e idéntico origen, pero me parece que ¡más sabrosa que la anterior! El complemento indispensable de los polvorones, el zócalo arreglado y el concierto de las urracas desde los laureles de la India que adornan las dos grandes “manzanas” del centro. El parloteo de las aves al atardecer trae recuerdos de lejanos ayeres, y ¡que venga otro helado más…!
Nos vamos al panteón como marca la tradición y de regreso, la quinta parada, nada menos que la panadería de Arturo Notario Notario. Como un pequeño rincón cerca del cielo. Él tiene alrededor de cuarenta años de elaborar el mejor pan de muerto del pueblo. Descendiente de panaderos de prosapia, ha mejorado la receta de sus antepasados y sus hojaldras, pan blanco y colorados son realmente “boccato di cardenale”.
Si no fuera mucho pedir, hay que acompañarlas con una buena taza de chocolate de barra, sea “Ibarra” o “Abuelita”.
Arturo siempre está ahí, al pie del horno, con su enorme pala de madera cociendo el pan nuestro de cada día. Y esto es auténtico, porque él acostumbra elaborar este pan todo el año, pero le agrega otros productos muy tradicionales de las panaderías de mi pueblo: las cemitas de manteca, los cocoles y conchas de huevo, las resobadas y claro a principio de año las roscas de reyes.
Al cabo de disfrutar estas exquisiteces, fruto de la naturaleza y la mano del hombre, aderezadas con un montón de recuerdos y el recorrido por viejos caminos, retornamos a Puebla. Tochtepec está a una hora de la capital del estado, los demás lugares citados prácticamente a la vera del camino.
Mi pueblo, de donde yo salí hace casi sesenta años (yo salí de ahí, pero mi pueblo nunca salió de mi…), estoy cierto, es hermoso como tantos pueblos de nuestro estado, ojalá que los gobiernos organicen un tipo de turismo social a bajo costo, eso nos haría crecer culturalmente, apreciar más nuestras cosas y valores y reforzar la identidad como poblanos. Ojalá…
Alforja
Diputada. Y a otra cosa mariposa. Un grupo de periodistas charlamos con la diputada Norma Pimentel, del Partido Verde, una política preparada en el ramo del derecho y con una actividad intensa en la actual legislatura local. Rindió su informe recientemente y ahí da cuenta de múltiples tareas en el Congreso del Estado.
Se trata de una mujer preparada y comprometida con sus causas. En sus tareas y las de sus compañeros, ojalá algún día podamos ver nuevas acciones que rompan la inercia del poder legislativo, para que este cuerpo salga de la zona de confort que tiene en la sociedad y alcance otros niveles.
Porque, vea usted, si el trabajo humano se juzga por resultados, pasan los años y según las encuestas, los representantes populares, las cámaras y los partidos, siguen estando en el fondo de la tabla de posiciones a la hora de ser evaluados por la gente en cuanto a confianza, credibilidad y funcionalidad.
Jorge Amador. Con una larga carrera como militante priista, el abogado Jorge Amador en su calidad de presidente del Comité Municipal del PRI en la capital poblana, realiza una intensa labor para reconquistar a las huestes priistas partiendo prácticamente desde cero.
Lleva a cabo recorridos, encuentros, preside comités y organiza grupos, se mueve inyectando oxígeno a esa organización, tiene claro que lo primero es la organización interna, luego vendrá la etapa de confrontación política.
Llama la atención que pese a lo adverso del escenario para el tricolor frente a la competencia, él no se arredra y tiene la mira puesta en grandes objetivos.
