Román Sánchez Zamora

Encontrar el yo de uno está inserto en seres imaginarios y violentos, la esperanza del volver

Un día solo llamó y se fue… En realidad, yo me fui, me llamó para que jamás volviera…

Un viaje para comprar comida fue lo último que vivimos, el tiempo es sabio y pone a cada uno en su lugar, aunque aun sigo esperando mi lugar.

Ella si tomó su lugar, lejos, con alguien más o con alguien menos, al final nunca pudo estar en paz porque nunca me olvidó y en realidad nunca nos olvidamos, aunque nunca más volví a verle, la página del libro ya estaba quemada.

No hubo más recuerdos, no hubo más palabras, sólo una llamada fría y de allí todo desapareció, con el tiempo fuimos tan lejanos como en la indiferencia y la gente que conocimos y hasta lo sueños nunca volvieron a ser iguales.

La amistad y los amores fueron tan ajenos, tan diferentes, tan irreconocibles por un grito, por un llanto y en ese llanto ya no estuvimos, pero era su presente y el mío era tan radical que tuve que soltarla para poder vivir en estas olas tan fuertes y dispersas del marco de la vida, una vía del camino al olvido, en un instante que jamás tuve que vivir.

Se quedó ese tiempo en una canción, en una vieja melodía, en viejos recuerdos y gélidos caminos que jamás quise volver a recorrer, que jamás quise volver a sentir, y en esta hiper realidad únicamente había dos destinos, el seguir o el volver, pero en el seguir está la vida más fuerte, en el volver estaba la muerte a mi ser.

El torbellino del yo me tuvo atado durante mucho tiempo, en un espacio sucio, olvidado, en mi espacio, en mis sueños y regresar en un instante con un interminable olvido de mi yo antes de ser mi nuevo yo.

Desgarrador presente.