Xavier Gutierrez

Tras la tragedia, habrá que esperar el nuevo embate de la naturaleza contra los pueblos serranos

No se requiere ser un arúspice, augur, pitoniso o brujo para pronosticar que esto que acaba de suceder en la Sierra Nortese va a repetir. Puede ser el próximo año o en los subsiguientes.

El látigo de la naturaleza en forma de huracanes, aguaceros torrenciales o inundaciones golpea de modo intermitente y despiadado a esa zona. Hoy, alrededor de un centenar de comunidades ha sufrido el embate terrible del meteoro.

Se ha ventilado el efecto de ello en las cabeceras municipales más importantes, pero los daños abarcan una extensa zona donde hay pequeños pueblos que no llegan ni a junta auxiliar.

No hablo de memoria. Me ha tocado conocer de paso un sinfín de esos lugares. Por ejemplo, ¿alguien sabe que hay una comunidad que se llama “Salsipuedes”, o “África”, o “Bienvenido”, en esa región? Existen, y como esas muchas más.

La vida y el destino de esos pueblos está vinculado estrechamente a los fenómenos meteorológicos como el reciente. Y así será en el futuro. La causa es multifactorial.

La evolución histórica de esas comunidades las arrinconó al perder sus tierras como pueblos originarios. Después, el desigual “desarrollo” los empujó a vivir en condiciones paupérrimas y su situación marginal nunca ha sido atendida de modo integral. Se toca la superficie, no los cimientos.

Este 17 de octubre reciente, el periódico Milenio publica a ocho columnas cómo los presidentes municipales de 23 lugares se ufanan al entregar raciones y ayudas a los damnificados. Eso no está mal. Finalmente les llegan algunos medios de subsistencia para remontar la tragedia, enviados por entidades públicas, es decir dinero de todos, o bien de aportaciones altruistas de la sociedad.

Lo reprobable es hacer caravana con sombrero ajeno. La vieja conseja popular dice que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Y que la solidaridad es anónima, si es publicitada es exhibicionismo ramplón. Y si todavía esperan o buscan agradecimiento es infame, cuando es su obligación y responsabilidad. Sería como retirar dinero de tu salario o ahorro en un cajero y todavía darle las gracias a la máquina.

Aludimos a la causa múltiple de estas desgracias. Al paso de los años, las políticas gubernamentales nunca han ido a fondo para aplicar medidas firmes, sólidas y de largo plazo para beneficio de los habitantes en riesgo.

Hasta el mismísimo virrey y obispo Palafox y Mendoza recomendaba “gobernar por previsión, no por remedio”. La previsión nunca se ha visto ahí, los parches sí, el modelo mexicano de actuar tan arraigado en nuestros gobernantes y en la idiosincrasia del mexicano común; los mecánicos y plomeros son relevante ejemplo de esas soluciones hechas con tela de araña.

Ligado a ello, los poderosos intereses de quienes explotan y extraen las riquezas de esas zonas, son causa directa e indirecta de que los daños lleguen a los pueblos con un impacto brutal. Nos referimos a quienes han desforestado los bosques y dejado sin defensa natural a esos lugares erosionados e inermes frente a los constantes aguaceros y la fuerza de los vientos.

Todo esto reblandece el suelo y vienen los deslaves. Otro factor más es la labor muda y eterna de los explotadores de las minas en toda la sierra. Sacan el producto en tráileres y camiones de más de veinte toneladas y al paso de las semanas hacen añicos las delgadas carreteras de la zona.

 Contribuyen así impunemente a los derrumbes mortales. En eso, es innegable la protección o complicidad de presidentes y funcionarios que tendrían por misión evitar esa explotación desalmada.

Otro factor más es la misma fuerza de las tradiciones culturales de la gente. Se aferran a su tierra, lo único que tienen porque ahí murieron y están sus antepasados y ahí conviven con la naturaleza desde tiempos inmemoriales. De ahí nadie los va a mover.

Este escenario se mantiene intocado luego del paso temporal de los apoyos solidarios para remontar el zarpazo de la naturaleza.

Luego de esta fiesta insolente de los alcaldes alardeando sus dádivas a la gente, ellos volverán a las andadas: con sus grandes ranchos, caballos pura sangre, viajes a sitios exóticos de lujo por el mundo, vehículos carísimos que valen más que el humano propietario, amantes y joyas, lujos y comilonas, conciertos populacheros y borracheras… todo con dinero público.

Y nadie les pone freno. Casi no hay semana sin que se sepa un nuevo escándalo de esta vida disipada de los tiranuelos de aldea. El derroche, abuso y enriquecimiento es a plena luz del día, compitiendo a veces con diputados de similar pelaje, y nadie los frena. La Auditoría Superior del Estado ni siquiera tiene titular. Y quienes por ahí pasan son solapadores que encubren y sacan jugosos moches de estas francachelas de poder de los virreyes provincianos de guarache y mezcal.

Esto se mantiene intocado.

Y así será. Los pueblos ponen los muertos. Luego vienen las “selfies”…

xgt49@yahoo.com.mx