Las víctimas de siempre; ojalá también haya programas diferentes a los de siempre
La historia es cíclica. Cada temporada de lluvias y huracanes los pueblos sufren inundaciones. Hay derrame de ríos, deslaves, destrucción de puentes, casas y autos azotados por el torrente incontenible.
Las víctimas son con frecuencia las mismas: poblaciones desprotegidas frente a los embates de la naturaleza. Los daños son ancestrales igual que los viejos pueblos asentados en zonas de riesgo. Ellos no eligieron vivir ahí, es el “desarrollo” con despojos y abusos que los empujó hacia esos lugares. A veces inhóspitos, remontados en cumbres, hundidos o en llanos entre riachuelos y arboledas.
Lo vemos ahora en nuestra Sierra Norte. Dueña de paisajes paradisíacos antes y todavía ahora. Bosques, cascadas, grutas, ríos. Escenas de postal y de oleadas de turistas. Pero también vulnerables por carecer de medios para resistir la furia de huracanes y lluvias torrenciales.
Coexisten ahí belleza y riesgo. Prodigios naturales y amenazas permanentes. Esto nos lleva a recordar así sea forzadamente a López Velarde y su Suave Patria: “El Niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros de petróleo el diablo.” Aquí cabría: “El Niño Dios te escrituró el paisaje/ y el implacable clima te impone vasallaje…”
También hay responsabilidad humana en todo esto. Hay mucho de causal en esto que parece casual. Despojos de las tierras que eran de ellos en los remotos tiempos, negocios de fraccionadores y terratenientes. Igualmente tradición antiquísima de mantenerse ahí pese a todo, en laderas altamente peligrosas, expuestas siempre a derrumbes… “porque aquí vivieron mis padres y abuelos y de aquí no nos hemos de salir”.
Esto se oye y se repite lo mismo en la Sierra que en las faldas del Popo. Y esto sucede pese a las frecuentes advertencias en todos los tonos. Y esto se mantiene ante las miradas de uno, de todos, cuando se camina por esas carreteras y lomas maravillosas, donde hay casuchas, corrales y cultivos en laderas casi verticales. Ahí hasta parece que siembran con escopeta.
Con este escenario, en esos antiquísimos lugares que hace miles de años fueron fondos de mar, la tragedia siempre acecha. El agua tiene memoria y tiene rencor, sed de venganza y recuperación de lo suyo. Y vuelve, ya lo vemos. Deja tragedia, dolor, muerte. Todo arrebata…
La filosofía barata lleva a preguntar: ¿Qué prefieres: la sequía que mata y ante la cual no hay defensa, o la lluvia en torrentes que por males que cause también mucho deja? (Todas las presas del país están arriba del 75 por ciento de su capacidad). Hace no mucho la queja común era el tiempo de sequía, el año pasado fue un año seco. Disputas por el agua, severos conflictos sobre todo en el norte del país y en torno a las grandes ciudades, la capital misma de la república.
Nunca hemos tenido una sana convivencia con los elementos de la naturaleza. Excepcional es la vida de grandes ciudades europeas que con previsión arquitectónica y educación han logrado la coexistencia con maravillosos ríos que las cruzan. Por lo común, el depredador humano no se detiene ante nada.
Aquí mismo en Puebla. Algún día escuche a un técnico afirmar que bajo la superficie que vemos del Lago de Valsequillo, existen unos cinco metros mínimo de podredumbre de desechos: miles y miles de toneladas de estiércol, lodos y contaminantes químicos. Más el lirio acuático, al que no han podido extraer luego de 83 proyectos, cual más “milagroso”, imaginativo o mágico.
No exagero: se intentó combatirlo con manatíes importados, con palas mecánicas, aparatos trituradores, con redes y grúas, con químicos y rescatistas… nada se logró. Todavía Gali compró en alrededor de doscientos millones unos barcos dizque chilenos con trituradores o algo así. Al final se descubrió que todo fue un rentable negocio para él y sus cuates.
Frente a esto, alienta la referencia reciente del gobernador Armenta de transformar esa gran superficie acuosa y convertirla en un novísimo Xochimilco al sur de Puebla. Habrá que conocer el proyecto.
Y mientras, sin viajar a la sierra, se mantienen en nuestras calles los efectos de lluvias y abandono municipal absoluto en infinidad de arterias, muchas con paisajes lunares, lagos urbanos, albercas de aguas puercas y cuasi barrancas.
Incluso, la mordacidad popular bautizó ya a una no muy lejana del Centro Histórico de Puebla como “Barranca Honda”. No mentimos: recórrala y aténgase a sus consecuencias en la 24 Norte entre 12 y 14 Oriente, precisamente junto a la delegación de Agricultura y una sucursal del Banco del Bienestar. ¿Bienestar en esa horrendísima arteria? Mayor ironía no puede haber. Y así lleva meses.
Y por ahí circulan miles de autos y autobuses diariamente.
El humor negro o cinismo mayor no podía faltar precisamente en esa zona: primero un anuncio del presidente municipal Pepe Chedraui: “Primer lugar nacional en Transparencia y Rendición de cuentas” Y el rostro sonriente. ¿Qué diablos le podrá importar eso a la gente con enormes hoyancos a las puertas de sus casas? Sólo faltó el rostro sonriente del expresidente Eduardo Rivera, a quien -hablando de rendición de cuentas- no le han podido arrancar una aclaración sobre los 500 millones de pesos que desapareció en los dos últimos meses de su administración.
¡Acabáramos…!
