Román Sánchez Zamora

Sólo se busca vivir un día más, hasta que la perversión e indiferencia política llegan

Vivir para morir, el culto a la muerte y soberbia porque la vida no tuvo significado, porque solo eran de una familia que todo lo tenía planeado, nada de suerte, nada de aventuras, ya hasta sabían los años de nacimiento de los nietos, hasta que llegó la desgracia en donde el jefe del clan ya no estuvo, en donde los mariachis callaron y todo fue silencio.

Otros se hicieron silenciosos sin opinión, en pro o en contra sólo esperaban llegar en la noche, contar que todos estaban en casa para dormir esa noche y esperar otro día, entre jóvenes varones e hijas buscaban no llamar la atención para poder vivir más días, dormir más noches, sonreír más domingos, vivir muchos días especiales.

La soledad del que no vuelve, que ya no llama, un luego nos vemos que nunca llega.

Los suspiros se vuelven llantos en silencio, se siente culpa, el no estar en ese momento, quizá una parada de autobús, un taxi, una calle que en ese momento equivocado estaba solitario y no se volvió a escuchar la voz de quien ya no está.

Se muerde los labios, se pega en la pared, se pregunta muchas veces por qué, por qué… por qué, a ella; por qué a él; eran tan bueno y me prometió que iríamos a la playa un día, y termina en un largo sueño después de un llanto y varias pastillas para dormir.

Entre más minutos, se busca a la justicia, el uso de las instituciones que se esperaba nunca llamar, esperar hasta que los medios de comunicación dan lo evidente con las palabras más crueles que venden, las que exponen y aseguran una lectura.

Soledad y frío, soledad e indiferencia, frío y dolor, un dolor que se diluye con el interés político de sus jerarcas.