En el universo del municipalismo iberoamericano hay nombres que, más allá de ocupar cargos, dejan una huella profunda, una estela de ideas, de compromiso y de humanidad.
Uno de ellos es, sin duda, Federico Castillo Blanco, quien hasta hace poco se desempeñó como Secretario General de la Unión Iberoamericana de Municipalistas (UIM), y cuyo legado merece hoy ser evocado con gratitud y admiración.
Castillo Blanco no fue simplemente un académico brillante o un funcionario eficaz; fue un puente viviente entre territorios, un tejedor incansable de redes entre ciudades, municipios, regidores, alcaldesas, sindicos, funcionarios municipales, profesores, jóvenes, y soñadores de todos los rincones de Iberoamérica. Su labor desde la Universidad de Granada, y especialmente desde la UIM, marcó una época de expansión y consolidación de una visión compartida de lo local como espacio de transformación profunda.
Con Federico, el municipalismo dejó de ser un discurso técnico para convertirse en una causa: la causa de los gobiernos de proximidad, de la democracia participativa, de la planificación con rostro humano. Sus palabras tenían la calidez de quien cree y la claridad de quien sabe. Y su andar por América Latina —siempre atento, generoso, curioso— fue el de un hermano andaluz que hablaba con acento granadino pero sentía con el corazón latinoamericano.
A Federico le debemos mucho más que congresos y publicaciones. Le debemos haber creído que la descentralización no es solo una reforma administrativa, sino una apuesta por la justicia. Le debemos haber comprendido que el desarrollo no se impone desde arriba, sino que se construye desde abajo, desde cada cabildo, desde cada junta parroquial, desde cada comunidad indígena u organización vecinal, nos demostro “que las personas deben trabajar para las personas”.
Su salida de la Secretaría General de la UIM marca el cierre de una etapa brillante, pero no el fin de su influencia. Su legado sigue vivo en cada municipalista que alguna vez escuchó una de sus conferencias, leyó sus textos o compartió con él una conversación generosa y apasionada sobre el futuro de nuestros municipios.
Hoy, además de rendir este sencillo homenaje, toca abrir una nueva página en esta historia. La llegada de María García Pizarro como nueva secretaria general de la UIM representa la continuidad y al mismo tiempo la renovación de este proyecto colectivo. Con su liderazgo, sensibilidad y experiencia, la UIM seguirá siendo faro y referencia para todos los que creemos que lo local es el espacio donde se construye una Iberoamérica más justa y solidaria.
Desde Puebla, desde México, desde cualquier rincón de esta comunidad que tanto quiso Federico y que ahora impulsa María, decimos: gracias por lo hecho y bienvenido lo que está por venir. El municipalismo iberoamericano sigue en buenas manos.
Acá entre Nos, me toca presumir que tuve la fortuna de ser alumno de ambos, de Federico más en temas jurídicos y de María en lo que es mi pasión, la planificación del desarrollo, ojalá pronto podamos volver a recibirla en nuestra Puebla.
** El Autor es Municipalista
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