Alejandro Carvajal

La presión de Trump exhibe la dependencia histórica; México debe resistir y defender su autonomía

La relación entre México y Estados Unidos siempre ha sido compleja; sin embargo, el regreso de Donald Trump a la presidencia estadounidense ha tensado como pocas veces el vínculo bilateral. Este hecho ha puesto en evidencia los efectos negativos de la dependencia y, en cierto sentido, de la subordinación que México arrastra desde la época neoliberal, una herencia que hoy nos coloca en una posición desventajosa y crítica frente al mundo.

El gobierno de Trump ha emprendido una ofensiva global bajo la premisa de reacomodar la dinámica del mercado internacional, imponiendo su visión a los países vecinos.

En lo particular, esta estrategia —a menudo descabellada y hasta estridente— se ha enfocado en una narrativa xenofóbica contra la migración, al mismo tiempo que fija una agenda marcada por el combate al tráfico de fentanilo y drogas sintéticas. Nadie puede negar la gravedad del problema, pues el consumo de fentanilo provoca miles de muertes en Estados Unidos cada año, y México no puede permanecer indiferente.

No obstante, conviene recordar una verdad que desde el norte se pretende ocultar: los cárteles mexicanos no fabrican armas, ni las introducen a nuestro país. Las armas que alimentan la violencia del crimen organizado provienen de un complejo y lucrativo mercado ilegal tolerado durante décadas por Estados Unidos.

Cooperar en la lucha contra el narcotráfico es necesario, pero convertirnos en el brazo ejecutor de la política antidrogas de Trump resulta inaceptable. México tiene la obligación de defender su soberanía en materia de seguridad nacional; de lo contrario, lo que comienza como una colaboración temporal puede derivar en una intervención sistemática en nuestras instituciones de justicia y seguridad.

Otro frente abierto es el de la corrupción. El reciente arresto en territorio estadounidense de un exfuncionario vinculado a Pemex ha sido presentado como prueba de que México es incapaz de limpiar su propia casa sin ayuda externa. Este señalamiento, además de falso, resulta profundamente injusto, pues nuestro país ha dado muestras claras de responsabilidad y cooperación bilateral.

Pemex no es únicamente una empresa: es el corazón de la soberanía energética nacional. Desde su expropiación en 1938, ha simbolizado el esfuerzo colectivo por liberar al país de la dependencia extranjera. Que hoy se utilice a Pemex como estandarte de corrupción en la agenda de Trump no es casualidad; es parte de una estrategia para debilitar su legitimidad y abrir la puerta a presiones privatizadoras. La oposición mexicana, lejos de defender a la nación, se suma con entusiasmo a esa narrativa, acusando al gobierno federal de tibieza y celebrando que sea Washington quien encabece investigaciones. Olvidan que aceptar esa lógica equivale a renunciar a nuestra capacidad de impartir justicia y a poner en riesgo el control sobre nuestros recursos estratégicos.

Frente a este panorama, la política exterior del gobierno de Claudia Sheinbaum ha optado por un perfil diplomático cuidadoso, buscando minimizar tensiones y privilegiar los gestos de cooperación. Es una estrategia comprensible en un escenario complejo, aunque no está exenta de riesgos: la prudencia no puede convertirse en pasividad ni en concesión ilimitada. La historia nos recuerda que cada vez que México ha cedido demasiado a los dictados de Washington, ha terminado perdiendo soberanía.

Nuestro movimiento surgió precisamente para recuperar la dignidad de la vida públicaMorena no puede permitir que la agenda nacional sea dictada desde el extranjero. La Cuarta Transformación ha insistido en que la política exterior debe guiarse por los principios de no intervención, autodeterminación de los pueblos y cooperación internacional para el desarrollo.

Esto no significa negar la relación con Estados Unidos; al contrario, implica fortalecerla sobre nuevas bases: cooperación sin subordinación en materia de seguridad, con mecanismos que garanticen respeto a nuestra jurisdicción; combate interno a la corrupción mediante instituciones mexicanas sólidas, evitando que casos emblemáticos sean resueltos en cortes extranjeras; defensa de los recursos estratégicos, como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, blindándolos frente a presiones privatizadoras disfrazadas de reformas anticorrupción; y diversificación de la política exterior, estableciendo alianzacon América LatinaEuropa y Asia para reducir la dependencia del vecino del norte.

México debe relacionarse con el mundo desde la dignidad y la igualdad, no desde la subordinación. Ese es el verdadero desafío de nuestro tiempo y la tarea histórica de nuestro movimiento.