El ser que ya dejó de buscar la vida y su ideal de felicidad va camino al olvido
Un monstruo inexistente, todos hablan de él pero que nadie ha visto. Un éxito sin ideal, que no es meta de vida.
La meta se transforma en posibilidades, de la obligación, del cansancio, de lo útil, aunque ellos mismos se vuelvan inútiles para la vida, pero útiles para un modelo, que busca un ideal racista, exclusivo, con códigos de vestimenta y conducta que limita su propio ser.
Solo existen pequeños espacios de posibilidades, de libertades, que se inventan en donde el ser inconsciente, se ve en la velocidad, en la depravación y maltrato, en el grito que ha dejado aislado durante años.
El ser sin ser, el sol sin sol, la luna sin frío, el pensador sin ideas, el realista sin vida, la muchedumbre en soledad, el grito en coro sin un ápice de nacionalismo. El ser que aún está obsesionado en encontrar algo en su búsqueda perpetua.
Allí quedaron esos mejores, esos idealistas que hoy buscan interpretar el presente atados a un pasado como mandamientos divinos e intelectuales.
Mis manos arden por cargar los costales, mi sudor es negro por el polvo añejo, la voz del capataz es sórdida hasta que se deja de oír porque todo es mecánico, repetitivo, no hay idea del sueño humano.
Un falso romanticismo, el grito que no llega, las balas que se escuchan, pero son lejanas a mi realidad, pero muy cercanas a la súplica de misericordia, no se sabe para cuándo se terminará por más lágrimas que se ofrenden.
Sus ojos suplican siempre al cielo, sus manos, su corazón y el eco no llega, solo los años y poco a poco los ideales se dejan en un plato vacío, en una bebida caliente e insípida, -quizá mis niños encuentren lo que no pude hacer-, piensa y sigue la súplica hasta la muerte.
