Román Sánchez Zamora

Las emociones primarias son importantes, pero secretas, hasta indecibles, y forjan carácter

Sólo era su sonrisa, era su cabello, rizado, largo; como los niños éramos de pelo corto por el calor, era curiosidad ver a alguien con el caballo tan largo y además de unos ojos muy negros, como lo profundo de la noche que era lo único que había visto a mi corta edad de cuatro años.

Solo era verle, saber su nombre y saber que estaba allí.

Una atracción de niños, solo de mi parte.

Que difícil es vivir en la soledad ante animales ponzoñosos, ante grupos de gente extraña, ante la búsqueda de una sola mirada.

Y así, se cotiza en el tiempo, con errores, con sueños, desde la inocencia de un niño, un niño sin malicia, sin sentido del tiempo y menos aun de la vida.

Entre risas, entre burlas, entre comentarios con cizaña, con veneno, con lo mas negro del exulto lejano y el niño sin saber qué significa, solo ver y saberse solo

Canciones, letras, comentarios coloquiales en la calle y de los medios de comunicación, era saber parte de una verdad que quiera uno como propia como lo que sucedería y no como lo se sentía, y menos aun como lo que decían los más cercanos de emociones de niños.

El niño no busca, solo encuentra, en su afán de conocer encontrar la tierra, el lodo, la tela, los perros, los gatos y vive una serie de acciones que le hacen saberse parte del mundo o el rechazo a lo que no quiere en su vida.

Un niño está rodeado de pasto, de puertas, de curiosidad de calor y frío, de sabores, de regaños y de buscarse a sí mismo, está lejos de los que dicen han vivido otras vidas, eso es falacia y emoción por un instante y hasta miedo, pero lejano a ellos.