Las ganancias inauditas de la banca son fruto de la usura contra las y los trabajadores mexicanos
Créditos caros y riqueza concentrada en bancos extranjeros reflejan el injusto modelo de concentración de la riqueza en pocas manos, permite la explotación de nuestros recursos naturales y profundiza el empobrecimiento de la clase trabajadora.
A pesar de que México atraviesa un proceso pacífico para construir un régimen de paz y bienestar, existe un eslabón que aún no ha sido tocado: el sistema bancario nacional. Este sistema sigue en deuda con la clase trabajadora, pues sus grandes ganancias se sostienen en los créditos y tasas de interés más elevados de América Latina.
Según datos recientes de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), el 60% del crédito otorgado en nuestro país se destina al consumo y a las tarjetas de crédito, mientras que sólo una fracción menor se dirige a sectores productivos como las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPymes) o el campo mexicano, áreas fundamentales para un desarrollo económico sostenible. Es decir, los bancos en México apuestan más por mantener el endeudamiento de particulares que por financiar emprendimientos o actividades productivas que generen riqueza real.
En otras palabras, operamos bajo un sistema perverso de financiamiento que no impulsa la producción ni fortalece la economía interna, sino que se basa en el rentismo: altos intereses, comisiones leoninas y préstamos de consumo que perpetúan el endeudamiento de las familias mexicanas. Usura moderna, legalizada.
Una muestra clara de esta dinámica es el reporte publicado por El Sol de México, que revela cómo las deudas de los mexicanos han elevado las ganancias bancarias a niveles históricos. Sólo en el primer trimestre de 2024, la banca comercial obtuvo utilidades superiores a los 70 mil millones de pesos, un incremento del 12.3% respecto al año anterior. Mientras tanto, el ciudadano promedio enfrenta intereses que superan el 50% anual en tarjetas de crédito y paga comisiones que, en muchos casos, duplican las registradas en otros países de América Latina.
Lejos de cumplir una función social, la banca ha optado por maximizar beneficios inmediatos, ignorando su responsabilidad en el desarrollo nacional. Más aún, más del 70% de las utilidades de los principales bancos en México —como BBVA, Santander y Citibanamex— se remiten a matrices extranjeras, drenando recursos que deberían impulsar la inversión interna y fortalecer a nuestros sectores productivos.
La concentración de la riqueza en México, lejos de disminuir bajo el cambio de régimen que impulsa la Cuarta Transformación, se ha agudizado en los últimos años. De acuerdo con el informe de Oxfam México (2023), el 1% más rico concentra el 31% de la riqueza nacional, mientras que la mitad más pobre apenas accede al 1%. En el sector financiero, la concentración es aún más alarmante: los cinco principales bancos concentran casi el 80% de los activos del sistema.
Esta realidad nos obliga a una reflexión profunda. ¿Cómo es posible que, pese a los esfuerzos de redistribución de la 4T —con programas sociales históricos, aumentos salariales, fortalecimiento del salario mínimo y políticas de bienestar—, la riqueza siga acumulándose en pocas manos? La respuesta es compleja, pero tiene un eje claro: la falta de regulación efectiva sobre los grandes capitales financieros y la ausencia de una reestructuración profunda del sistema fiscal.
Mientras no se democratice el acceso al crédito productivo, mientras las tasas de interés sigan siendo abusivas y mientras el sistema bancario opere bajo una lógica extractivista y especulativa, el proyecto de transformación de México enfrentará límites estructurales severos. No basta con aumentar el gasto social: es urgente transformar el sistema financiero y recaudatorio, para que el bienestar y el desarrollo lleguen, por fin, a todas y todos.