Román Sánchez Zamora

La vida no es de arranques, de caprichos, el éxito se da con años, experiencia y trabajando

Uno va aprendiendo de lecciones y de golpes en la vida. Alguna vez me manifesté al decir que las ideas, la forma de trabajo de mi abuelo era tan vieja como él y que el rancho se acabaría con el veneno de su vejez.

Por dos meses no me habló ni me ordenó algo; al principio, lo negro de tu corazón te hace sonreír y hasta disfrutar, pensar que fue lo mejor, pero es la pereza, la vanidad y la soberbia saliendo de los ojos y la boca de un chico.

Después, comencé a sentirme mal; llegaba temprano del jornal para verle y se levantaba o ya se había ido al pueblo, me evitó así varias semanas.

Y si, un día nos cruzamos por una de las puertas de un establo, terminé de mover el estiércol y aprovecharlo para composta, cuando él llegaba con su pala, pero ese día me levanté más temprano, tenía un examen en la universidad y deseaba pensar en mi futuro, porque allí ya no lo había.

-“Te encargarás de los peones, revisarás toda la producción este año. Las llaves y todo está en la mesa, si necesitas más dinero me dices, ya llevaré tu cuenta”, me dijo y se fue.

Por fin el poder, por fin yo, el ser más afortunado y no más porquería en mis manos ni en mi ropa, ni vaciar letrinas, si yo era el nuevo patrón.

La cosecha salió mal, empleados se fueron, dos tractores descompuestos, una camioneta desvielada, otra más volteada y habría que pagar.

-“Ya lo esperaba, esto no avanza con ideas de gente que nunca ha pisado el campo, no hay problema, mañana comenzamos de nuevo”.

Mi abuelo se marchó y papá movió la cabeza.

Durante varios años medité entre mi carrera y el rancho, buscando mis errores.