Errores e imprevisiones marcan un arranque con pocas expectativas
Pepe Chedraui, el presidente municipal de Puebla ha empezado con el pie izquierdo. Extraña porque tuvo suficiente tiempo para planear un buen arranque.
Pero más aún, porque se muestra como un hombre con buena percepción del lugar donde está parado. Quienes estuvieron en su toma de posesión relatan que mostró sensibilidad en sus palabras. Y en efecto, en tres ocasiones que lo escuché hablar en corto, muestra esa característica.
Algo anda mal en el inicio porque el escenario estaba más que puesto para un comienzo espectacular. Me refiero a una serie de acciones de alto impacto y contenido político. Acaso faltó revisión a detalle, visión aguda respecto de la realidad y oferta de opciones para armar un principio de gobierno con expectativas y hechos.
Esto, los hechos están ahí. Puebla vive en este momento un problema que a gritos se manifiesta. El reclamo está ahí, la demanda, el anhelo, el deseo de miles de poblanos es más que evidente.
El reto político elemental es del tamaño de una montaña… y no lo vio Pepe ni el equipo.
Son los baches, por supuesto.
Hablemos de memoria. Quizá medio millón de vehículos circula en Puebla a diario. Y son millones quienes en viajes diarios cruzan y cuadriculan la mancha urbana de la capital. Y sufren un calvario espantoso que, aparte de molestia que provoca denuestos, frustraciones y mentadas contra la autoridad, le pega al bolsillo. La queja más sentida hoy en Puebla es el daño a los vehículos.
Todo mundo se queja porque una parte clave de su patrimonio familiar, los autos, sufren los efectos de una multiplicación espantosa de baches de todas las dimensiones en todas las calles.
Y esto no lo vio el presidente y menos el equipo.
Esa es una irritación terrible y debió ser enfrentada con arrojo, inteligencia y por encima de todo, con sensibilidad. Y pasó de noche para la autoridad.
¿Cómo pudo ser una estrategia poniendo el oído ¡y la acción! ante el clamor de la gente!
Muy fácil, por ejemplo: Pepe Chedraui, después de un diagnóstico breve de treinta minutos en su toma de posesión, fija como tema central ese, el problema número uno hoy en día.
Sale de la ceremonia y en mangas de camisa empieza a trabajar. El movimiento se demuestra andando.
Y arranca en veinte frentes clave de la ciudad, un programa de bacheo que él encabeza durante las siguientes horas. Con maquinaria y un ejército humano, más sistemas visuales de comunicación, le dice a la gente que ataca a tambor batiente lo que más le duele: el horrendo estado de las calles.
Ese día y el siguiente, en los medios, ese es el tema central. Le da seguimiento con especial empeño en los días posteriores y esa noticia, ese impacto visible, tangible, en perfecta sintonía con el sentir (y sufrir) de la gente, le abre un aprobatorio horizonte de inicio de gobierno. Este impacto de arranque da para alimentar la comunicación el primer mes de gobierno.
Por supuesto requiere inversión, pero va de la mano con la imaginación, la sensibilidad… ¡y los resultados!
Todo esto no ocurrió. ¿Qué sí sucedió?
Un balance no muy satisfactorio. Una revisión somera de nueve periódicos al día siguiente arroja una evaluación variopinta, dispersa y pobre. De entrada, no se aprecia un impacto unánime, una jerarquización definida de lo que ocupa la atención del nuevo presidente y algunos flancos desacertados.
El derrapón más delicado es la nota de ocho columnas del diario más importante de la ciudad. La cabeza de El Sol de Puebla fue: “Es momento de ver al futuro”.
Sin duda en el imaginario general quedó pintado un presidente pensando en la gubernatura dentro de seis años. El mundillo político eso leyó, indudablemente.
Los demás diarios se fueron por la seguridad, un gobierno moderno, unidad, diálogo y trabajo, inclusión, transporte…y baches. El problema central, arrinconado.
Puesto en versión caricatura todo esto, nos lleva a imaginar a un grupo de personas que se ahoga y lanza desgarradores gritos de ayuda, y por toda respuesta el responsable de seguridad, en lugar de cámaras o lanchas inflables, les muestra la copia del oficio en el que ya solicitó ayuda a la Federación…
Otro aspecto equivocado en el acto de toma de posesión, según leí la crónica del periodista Fermín García, es el aspecto protocolario. Confundir el afecto expresado al gobernador electo en la persona de su hijo, ubicándolo en el presídium en una ceremonia oficial.
Me parece que los afectos y sentimientos, legítimos indudablemente, en estos casos, se subordinan a los usos y costumbres de la vida pública.
Esto me hizo recordar un caso, quizá sí llevado un poco al extremo, pero explicable y apegado a principios y aseo político: cuando contrajo matrimonio una hija del gobernador Guillermo Jiménez Morales, éste acompañó a su familia hasta la entrada del templo y de ahí se retiró. Eran días con mayor énfasis en la laicidad del gobernante, la raya entre el credo y los deberes civiles.
Esto no impidió que Jiménez Morales tuviera una estrechísima comunicación con el arzobispo Rosendo Huesca, al punto de cenar juntos cada dos meses y, quién lo dijera, que el exgobernador terminara siendo embajador de México ante el Estado Vaticano.
Y un aspecto más que escapó a la sensibilidad del nuevo presidente, es la manifiesta ignorancia a lo que Morena fue y es para su llegada al poder. Hubo prácticamente nula referencia a lo que es el partido que lo ungió, inadvertida presencia de sus dirigentes y cuadros, ausentes muestras de identidad de José Chedraui con esa fuerza política.
Algo tan inexplicable… como imperdonable.
Por todo esto y más, diera la impresión de que cerca del presidente o en el equipo, no abunda la materia gris, no hay quien le lea los textos del comportamiento social de cada día.
Y la novatez se paga…
Avisos: Nos vemos y escuchamos en “Cuchara, Cuchillo, Tenedor”; en las redes “El Pájaro Carpintero”, el placer de conversar con personajes singulares de Puebla; y los jueves de 7 a 8 de la noche por RadioBUAP “Te lo Digo Juan… para que lo Escuches Pedro”. Pásela bien.