Gabriel López Castañeda

Ha concluido el terminos de los gobiernos municipales del trienio 2021-2024, y podemos observar una tendencia preocupante: muchos de estos ayuntamientos salen de escena con más pena que gloria. La despedida de varias administraciones locales deja un sabor amargo en la boca de sus habitantes, quienes esperaban transformaciones significativas, pero se encontraron con gobiernos que, en muchos casos, se caracterizaron más por la inacción, la falta de resultados o incluso por la sombra de la corrupción; todavia muchos comentan que fue como conseccuencia del Covid-19.

Los últimos meses de estas administraciones son un reflejo de la desesperanza que inunda a la población. Promesas de pavimentaciones que no se cumplieron, servicios publicos que siguen en pésimas condiciones, inseguridad rampante, y obras inconclusas son apenas algunos de los ejemplos más comunes de la desilusión generalizada. Las críticas hacia estas gestiones no son pocas, y las cuentas públicas de algunos de estos municipios seguramente darán de qué hablar durante los próximos meses en auditorías y revisiones por parte de los nuevos equipos entrantes.

Pero, ¿qué es lo que causó que varios de estos ayuntamientos se fueran sin dejar una marca positiva? En primer lugar, la falta de un plan de desarrollo municipal acorde a la realidad, con objetivos claros y alcanzables, así como,  la improvisación constante de políticas públicas. Muchos ayuntamientos llegaron al poder con grandes promesas, pero sin una visión sólida de cómo llevarlas a cabo. Esto se tradujo en programas mal implementados y una constante pugna entre el cabildo y la presidencia municipal, donde el interés político personal se impuso sobre las necesidades reales de la comunidad.

Además, la falta de transparencia y rendición de cuentas se convirtió en una constante que abonó a la percepción negativa de los ciudadanos. La opacidad en el manejo de recursos y la falta de comunicación efectiva con la población han sido factores que contribuyeron a la caída en popularidad de muchos alcaldes. Esto, sumado a una comunicación social poco eficiente, dejó a varios ayuntamientos incapaces de defender sus propios logros, por más pequeños que fueran, ante una ciudadanía cada vez más escéptica.

Sin embargo, como cada ciclo que termina, uno nuevo comienza, y con ello, llegan las expectativas por los ayuntamientos que asumen el poder. Los nuevos gibiernos municipales tienen en sus manos la posibilidad de revertir la desilusión y transformarla en esperanza. Pero no la tienen fácil; llegan en un momento donde la ciudadanía demanda cambios inmediatos y, sobre todo, resultados tangibles.

La esperanza se centra en que estas nuevas administraciones logren lo que sus predecesores no pudieron: gobernar con cercanía a la gente, atender las demandas de servicios básicos, y promover una gestión que realmente esté alineada con las necesidades locales. Un enfoque hacia la transparencia desde el primer día, el diseño de políticas públicas adaptadas a la realidad de cada municipio y una efectiva estrategia de comunicación son algunas de las demandas que, desde ya, suenan entre los habitantes.

La experiencia muestra que las transiciones son un momento clave: ahí es donde los nuevos ayuntamientos pueden marcar la diferencia. Aquellos que logren consolidar su equipo de trabajo de manera rápida y efectiva, que se capaciten de forma adecuada, que entiendan las finanzas municipales y que sepan priorizar acciones, tendrán la ventaja de generar resultados desde el inicio. La clave estará en demostrar, desde los primeros meses, que su llegada no es solo un cambio de nombres, sino una nueva forma de hacer las cosas.

Sin embargo, es importante señalar que la ciudadanía ya no da cheques en blanco. Los votantes tienen claro que los aplausos y las críticas van de la mano, y que el tiempo de las promesas vacías ya ha pasado. A los nuevos ayuntamientos se les abre una ventana de oportunidad para demostrar que pueden ser diferentes y que pueden, efectivamente, transformar la realidad de sus comunidades. Sin embargo, también hay un gran riesgo: repetir los errores de sus antecesores los condenará a ser parte de una larga lista de gobiernos locales que pasaron sin pena ni gloria.

La expectativa es alta y el tiempo será corto para ver si aquellos que llegan logran, con acciones, devolver la confianza a la política municipal. Los ciudadanos ya han sido testigos de la ineficiencia de muchos, y esperan que, esta vez, la historia sea distinta. Si los nuevos gobiernos entienden este reto y lo enfrentan con seriedad, el ciclo que comienza podría ser recordado no solo por la decepción de los que se van, sino por la esperanza renovada de los que llegan.

Acá entre Nos, vaya un reconocimiento para los presidentes municipales mejor evaluados del trieno que termina, entre los que están, Atlixco, Tlatlauquitepec, San Andres Cholula y Zacapoaxtla y a los mal evaluados la historía los juzgará, como Puebla, Tehuacan, Amozoc, Chignahuapan y Tepeaca.

**El Autor es municipalista y presidente de Innovación para el Desarrollo Local con Equidad y Ambiente Sustentable A.C. (IDEAS)

Correo: gabriel.lopez@ideasac.org.mx