Desde la revitalización de tierras áridas en Australia o España, hasta la replantación de los corales de Colombia, presentamos algunas acciones sostenibles locales que mejoran el planeta
Hace poco conocíamos la noticia del grupo de mujeres mayores suizas que ha logrado que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) reconozca que su país está vulnerando los derechos humanos de las personas mayores por no tomar las medidas necesarias contra el cambio climático.
En un mundo donde los titulares a menudo se centran en las grandes amenazas del calentamiento global y la degradación ambiental, es fácil sentirse impotente ante la magnitud de los problemas. Sin embargo, una mirada más cercana revela innumerables historias de individuos y comunidades que, como este grupo de mujeres suizas, están marcando una diferencia significativa.
Estas acciones sostenibles no solo ilustran el poder del impacto personal y colectivo, sino que también ofrecen esperanza y un camino a seguir. Porque, en ocasiones, el conocimiento local es la mejor herramienta, no sólo para adaptarse al cambio climático, sino también para cuidar los recursos naturales que nos rodean.
Un pequeño ejército de agricultores contra la desertificación
El sudeste de España se ha convertido en una región azotada por la sequía y la desertificación. Allí, un grupo de agricultores y activistas ha tomado la iniciativa para revertir el daño ambiental. A través de técnicas de agricultura regenerativa y la plantación de especies nativas resistentes a la sequía, este «pequeño ejército» está logrando recuperar tierras que muchos consideraban perdidas.
Tras más de una década de trabajo, su esfuerzo no solo está mejorando la biodiversidad local, sino que también está aumentando la retención de agua en el suelo, vital para la supervivencia de la región. Su objetivo no es reforestar la zona, sino “revegetarla”. No buscan generar bosques, sino ecosistemas.
Lo que comenzó con apenas 30 agricultores, ya suma 359 implicados que ponen sus tierras al servicio de esta revitalización del campo. Un avance realmente importante, pues estas acciones sostenibles no solo buscan la transformación ecológica, sino también la económica.
Cómo ocho amigos revivieron una colina australiana
El proyecto de plantación de árboles de ReSource RICA en el centro de Victoria (Australia) es otro ejemplo inspirador. Lo que una vez fue una colina desolada y «fea», ahora es un paraíso verde después de más de 20 años de trabajo.
A finales de la década de 1990, ocho amigos fueron a buscar el terreno de cultivo más degradado y deteriorado que pudieron encontrar. No para vivir ni para ganar dinero, sino para transformarlo en un proyecto de reforestación que pudiera demostrar cómo la dedicación a largo plazo hacia la restauración ecológica podía cambiar radicalmente un paisaje. Tal y como cuentan sus protagonistas en este artículo, había cuatro árboles vivos, era un terreno semiárido y el suelo estaba muy degradado.
El grupo realizó cursos de plantación de árboles y recolección de semillas y se convirtió en una asociación comunitaria llamada ReSource RICA, acrónimo de Rehabilitación, Indígena, Comunidad, Acceso. Comenzaron plantando especies nativas, seleccionadas cuidadosamente para adaptarse al suelo y al clima local.
Sus acciones sostenibles no solo trataban de plantar árboles al azar; cada especie tenía un propósito específico, ya fuera para mejorar la calidad del suelo, proporcionar hábitat para la vida silvestre local o simplemente para ofrecer belleza estética.
Más de dos décadas después, el proyecto ha convertido la colina en un vibrante ecosistema boscoso. Ahora es un hogar para cientos de especies de plantas y animales, algunas de las cuales estaban en peligro de extinción en la región. Además, el proyecto ha servido como un valioso recurso educativo para las comunidades locales y los visitantes, demostrando de forma palpable el impacto positivo de la reforestación y la conservación ambiental.
Reviviendo el verde en República Dominicana: la historia de éxito del Plan Yaque
En 2015, República Dominicana contaba con casi la mitad de sus tierras degradadas. Fue el resultado de la época de intensa deforestación y prácticas agrícolas no sostenibles que se extendieron durante décadas. El crecimiento poblacional y el turismo salvaje hicieron que mantener la biodiversidad en el país fuera insostenible.
Por suerte, seis años antes de que salieran a luz estas cifras, un grupo de dominicanos ya se había puesto manos a la obra para intentar regenerar la naturaleza del país mediante acciones sostenibles. En 2009 nace el Plan para el Desarrollo de la Cuenca del Río Yaque del Norte (Plan Yaque), una ONG tiene como objetivo proteger la cuenca del río más grande de República Dominicana.
El funcionamiento de Plan Yaque es tan sencillo como eficiente: convencer a los terratenientes de que reforestar sus fincas también es beneficioso para ellos. El inestable acceso al agua, que ha sido el dolor de cabeza de todos los agricultores dominicanos, se convirtió también en un argumento infalible para persuadirlos.
Como soluciones, implementaron proyectos de reforestación utilizando especies nativas, lo que no solo ayudó a restaurar el paisaje natural sino también a mejorar la retención de agua en el suelo, un aspecto crucial para la agricultura y para mantener el flujo constante de agua en el río durante todo el año.
Además, el Plan Yaque trabajó estrechamente con las comunidades locales para promover prácticas agrícolas sostenibles. Esto incluyó la introducción de técnicas de cultivo que minimizan el uso de químicos, sistemas de riego eficientes para reducir el desperdicio de agua, y la diversificación de cultivos para mejorar la seguridad alimentaria y económica de los agricultores.
“Al principio, los dueños te preguntan: ¿y yo qué gano con todo esto de plantar árboles en mi terreno?”, cuenta Dulce María Fabián Ortiz en El País. “Y cuando les explicas que así se van a asegurar agua en 10 o 15 años, lo piensan con más calma”.
Con el paso de los años, el Plan Yaque ha demostrado ser un modelo exitoso de acciones sostenibles y conservación de los recursos naturales. En 2019, tras una década de trabajo ambiental en la isla, el país había conseguido restaurar un 18% de las tierras degradadas. El cuidado medioambiental se tradujo en crecimiento económico: en 2010, el país había generado casi 54.000 millones de dólares; en 2019, su PIB alcanzó los 89.000 millones.
Los jardineros de corales del Caribe
Según el último informe de la Red Mundial de Vigilancia de los Arrecifes de Coral (Gcrmn), entre 2009 y 2018 se perdió aproximadamente el 14 % del coral del mundo. Es decir, unos 11.700 kilómetros cuadrados, más que todo el coral vivo de Australia. Las previsiones de Naciones Unidas tampoco son esperanzadoras: entre un 70 % y un 90 % de estos ecosistemas estarán extintos o próximos a estarlo para 2050.
Junto a organizaciones y corporaciones locales, miembros de la comunidad, biólogos marinos y técnicos, llevan dos años batallando contra el blanqueamiento de estos animales en 12 localidades de las islas colombianas.
En Colombia, llevan tres años trabajando para evitar el blanqueamiento del coral del Caribe en 12 de sus islas. Los protagonistas de esta historia son los más de 200 pescadores que cambiaron la caña por la jardinería subacuática. Se les conoce como jardineros de corales y han cultivado más de 850.000 fragmentos para sanar el ecosistema marino.
Su labor consiste en trenzar diminutos colares a cuerdas de colores para dejarla después descansando en el fondo marino. Ocho meses después, cuando hayan crecido unos 15 centímetros, estarán listos para su trasplante final en las profundidades del océano, que volverán a llenar de colores.
Estas acciones sostenibles son solo algunos ejemplos del impacto positivo que podemos tener en nuestro planeta. Demuestran que, independientemente del tamaño de la acción, cada esfuerzo cuenta. Nos recuerdan que el cambio empieza en lo local, en nuestra comunidad. Y que, juntos, podemos enfrentar los desafíos ambientales más apremiantes de nuestra época.
Con información de Sostenibilidad para todos