La ocupación de Israel en Palestina es una crisis humanitaria que exige rendición de cuentas
El conflicto entre Israel y Hamás ha desatado una crisis humanitaria de enormes proporciones, con repercusiones devastadoras en la economía y la estabilidad social de la región. El 7 de octubre de 2023 marcó el inicio de una nueva fase de hostilidades, desatando un ciclo de violencia que ha profundizado la ya tensa división en la comunidad internacional.
Desde entonces, el conflicto ha generado un impacto económico que no puede ser ignorado: más de 300 mil palestinos han sido empujados hacia la pobreza, un dato que refleja la creciente precariedad en la Franja de Gaza y Cisjordania. La infraestructura en Gaza ya estaba al borde del colapso antes del conflicto, con el 61% de su población viviendo por debajo del umbral de pobreza. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que este conflicto ha retrasado el desarrollo humano en Gaza y Cisjordania entre 11 y 16 años, causando una pérdida económica de 1,500 millones de dólares solo en 2023.
Pero más allá de los devastadores efectos económicos y sociales, lo que preocupa profundamente es la violación sistemática de los derechos humanos. Israel ha justificado sus acciones bajo el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que habla de la «legítima defensa». Sin embargo, los ataques indiscriminados han cobrado la vida de más de 35 mil civiles, incluidos siete voluntarios de la organización World Central Kitchen.
En términos geopolíticos, la muerte del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, ha alterado significativamente el equilibrio de poder en la región. Para el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, este hecho abre una oportunidad para reconfigurar el poder en Medio Oriente, aunque la victoria total sigue siendo esquiva. La historia reciente nos enseña que la eliminación de líderes no puede ser un mecanismo de pacificación. Como vimos con la invasión de Iraq en 2003, el derrocamiento de líderes puede conducir a mayor inestabilidad y violencia sectaria, alimentando aún más el conflicto.
El Estrecho de Ormuz, vital para el transporte de petróleo y gas natural, también está en el centro de esta tormenta geopolítica. Cualquier escalada del conflicto entre Irán e Israel podría tener un impacto devastador en los precios internacionales de los energéticos, exacerbando la crisis económica global. La seguridad internacional está en juego, y los efectos de esta guerra se sentirán en todos los rincones del mundo.
Como legislador y defensor de los derechos humanos no puedo sino alzar la voz ante estas violaciones atroces que afectan la vida de millones de personas. Es imperativo que la comunidad internacional actúe con firmeza para detener este ciclo de violencia y promover un cese al fuego inmediato. No podemos seguir permitiendo que las ambiciones geopolíticas se impongan sobre los derechos fundamentales de la población civil. La paz no es solo un objetivo, sino una necesidad urgente que debe estar en el centro de nuestras políticas.
@ACarvajal06