Xavier Gutierrez

Es un error menospreciar el tacto y talento de la presidenta electa, quien actuará con prudencia

Entre “sabios”, comentócratas, y opinadores a la menor provocación, brota el comentario frecuente de que Claudia Sheinbaum será una marioneta de López Obrador una vez que asuma el mando. Quienes así se expresan queda claro que no conocen a las mujeres.

Fue Oscar Wilde, quien con su estilo no exento de humorismo, dijo que “a las mujeres no hay que entenderlas, sólo hay que amarlas”. Más allá de la carga machista de la filosofía wildeana, la presidenta (y todas las mujeres) tiene un sitio que merece respeto. Y por lo pronto, reserva.

Me incluyo entre quienes creen que Claudia en el poder será toda una revelación, con sorpresas espaciadas. Y con errores también, por supuestísimo. En México no existen escuelas para estudiar para presidente. En muchos casos el aprendizaje será con el consabido método de ensayo y error, como en todo escalón de poder.

Tal responsabilidad se aprende con el tiempo, sobre la marcha y con una enorme sensibilidad y disposición para asimilar el complicadísimo ejercicio del poder. Esto es lo real, lo que el sentido común apunta. Lo demás son especulaciones baratas. Los “sin oficio” y con mochilas de soberbia al hombro cuentan mil especulaciones.

Los autores de toda esta corriente de sembradores de dudas, animadversión y fatalismo, son los mismos que dijeron que con la asunción al poder de Andrés Manuel el país se caería a pedazos, que habría una fuga de capitales y empresas, devaluaciones, terrorismo y las restantes siete plagas bíblicas.

Nada de estas paparruchas sucedió.

Tengo la convicción de que, por su formación y cultura, la presidenta asumirá gradualmente el poder con autoridad y sello propio. Habrá inclusive uno que otro manotazo en la mesa, así lo percibo. Su propia madurez y sensatez la llevará a no tener una ruptura de escándalo como la misma runfla de augures zafios quisiera.

Sí, en cambio, irá marcando distancia de modo gradual y desarrollando su propio estilo. Podrá gustar o no, así es el ejercicio del poder. Después de todo, los pueblos, la gente es dada a construir afinidades, gustos, simpatías y hasta fanatismo. O el antónimo de esto último.

Habremos de vivir, como es natural en el comportamiento humano, un desapego dirigido. Deseo que sea sabiamente.

Esto, por cierto, trae a propósito un cuentecillo que leí por ahí acerca de cómo se gestó aquello de “la sana distancia”.

Refieren que un grupo de puercoespines, ante el frío imperante buscó refugio en una cueva. Se juntaron sus cuerpos tanto en procura de calor, que terminaron pinchándose con sus espinas. Decidieron entonces separarse, pero quedaron tan distantes que no conseguían calentarse y sufrían las inclemencias de la baja temperatura. Optaron entonces por buscar puntos de ubicación de modo que se brindaran calor recíproco, pero sin lastimarse, y fue así como encontraron su conveniente “sana distancia”.

Me parece que esto habremos de ver entre la dama que asume el mando y el poderoso que lo deja.

Es natural el comportamiento que hoy asume la presidenta electa. Abierta disposición de aprender y qué mejor sitio que en la cercanía del poder. Sitio de privilegio para abrevar formas, fondo, estilo, contactos, estrategias, fortalezas y peligros.

Podrá haber mil díceres, pero sin duda esto es mejor que llegar a ciegas y, peor aún, como hemos visto tantas veces, con reservas, secretos, envidias, resentimientos y hasta odios.

Toca a la dama procesar todo este mundo de aprendizaje. Comportamiento que también incluye discreción, o simulación si se quiere. El ejercicio del poder todo lo requiere, nada sobra. Una cosa me parece clara: no duden de su inteligencia, no menosprecien su carácter.

En el extremo de los casos, merece el beneficio de la duda. Yo diría que más bien, una fundada esperanza.

¿No sería absurdo y hasta estúpido un distanciamiento o escandalosa ruptura para complacer a las galerías que, como en los toros, reclaman sangre?

Ella tiene claro el peso, el qué y el quiénes están detrás de los aplausos, la hoguera, las simulaciones, o la abierta animadversión de sectores, grupos y personas. Esto último, por cierto, las fobias, rencores y apetitos, también serán parte de la “herencia” que habrá de encontrarse en el testamento. Así es el poder, ni más, ni menos…

Otro comportamiento que habrá que tirar por la borda son las comparaciones. Ya se sabe que, como dice el refrán “siempre que se compara, alguien repara.” Esto sucederá, por la inercia costumbre del poder, visto este de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.

Claudia la presidenta creo que está actuando con prudencia, con ese sexto sentido que caracteriza a la mujer. Y creo, además, que también sucederá, un maduro autoexilio del expresidente allá en su residencia selvática. En ambos casos, dejando con la carabina al hombre, a ese sector “antitodo” que forma parte del porcentaje previsto en todo grupo social.

No nos asustemos. Los tiempos cambian, cambiemos también nosotros.

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