La dirigente debe revitalizar a Morena y consolidarlo como columna vertebral del gobierno
El nombramiento de Luisa María Alcalde Luján como nueva dirigente nacional de Morena marca un momento crucial para el futuro del partido y su rol en la vida política de México. Con una trayectoria profundamente vinculada al obradorismo desde sus inicios, Alcalde no solo es una de las figuras más jóvenes en asumir una posición de tal magnitud, sino que también representa la posibilidad de un genuino relevo generacional en la dirigencia del partido.
Sin embargo, su liderazgo no estará exento de desafíos. Uno de los más grandes será transformar a Morena en una verdadera columna vertebral de la Cuarta Transformación, un partido que no solo funcione como maquinaria electoral, sino como un actor político central en la toma de decisiones y en la dirección del país.
Uno de los principales riesgos que enfrenta Morena es convertirse en un simple membrete electoral. Este peligro se acentúa cuando el partido se gestiona desde una burocracia que no promueve la vida orgánica ni la participación activa de sus militantes, pero integra a “chapulines” o transfuguistas electorales bajo una narrativa “estratégica” que en el mediano plazo resulta carísima en términos de credibilidad.
Un ejemplo de modelo a seguir podría ser el del Partido Comunista Chino (PCCh), que ha jugado un rol central en la toma de decisiones y en la dirección del país. Aunque el contexto político y social de México es distinto, ya que el dirigente partidista es al mismo tiempo jefe de gobierno y Estado; organizativamente el PCCh ha sabido mantenerse como un actor relevante más allá de los procesos electorales, guiando la transformación de China mediante una combinación de disciplina interna y la constante participación de sus miembros, adecuando sus procesos internos a las culturas y tradiciones de una sociedad diversa.
Para que Morena pueda consolidarse como la columna vertebral del gobierno, cuando menos en términos programáticos, debe evitar ser abducido por la burocracia gubernamental.
En este sentido, Alcalde deberá impulsar una vida partidaria que promueva el debate ideológico, la formación política y la participación activa de sus bases. Morena no debe olvidar que su misión principal es mejorar la vida de las personas, especialmente la de aquellos sectores que históricamente han sido marginados: las y los más pobres.
El desafío de Alcalde es doble: por un lado, revitalizar las estructuras internas de Morena para que el partido funcione como un actor político con peso propio, y no solo como un vehículo electoral; por otro, consolidar su papel como defensor de los valores de la Cuarta Transformación, especialmente en un contexto post obradorista en el que Morena deberá definir su identidad y su proyecto político sin el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador.
Luisa María Alcalde Luján enfrenta un reto monumental como nueva dirigente de Morena. La paradoja del éxito electoral y la crisis interna define el contexto en el que asume el liderazgo. Si logra promover una mayor vida democrática interna, mantener la cohesión del partido y gestionar con éxito la transición post obradorista, Alcalde no solo garantizará el futuro de Morena, sino que consolidará su lugar como una de las líderes políticas más importantes de México en los próximos años.