Xavier Gutierrez

Intocables, sólo las piezas de museos; toda institución pública siempre está sujeta a actualización

Así como la política es la guerra, pero por otros caminos, la propaganda es otra de las caras de la guerra. Un conflicto bélico de propaganda acapara los medios del país.

Esto vemos en el escenario nacional. El gobierno federal, con diputados y senadores atrás, va por la reforma a fondo del Poder Judicial. Hay precipitación y no poca imprudencia en este afán, y yerros, es cierto. Pero el destinatario es un órgano podrido en muchos sentidos.

Se podría decir que en este teatro de operaciones, es notoria la ventaja propagandística del obradorismo.

Con una característica importante que hoy más que nunca se pone de relieve: todo poder público tiene a la mano la propaganda, la utilice o no. El Ejecutivo recurre a ella con maestría, vía las mañaneras, sobre todo, y a su protagonista estelar, el presidente.

La Suprema Corte nunca o casi nunca ha recurrido al uso propagandístico de los medios. Y si lo ha hecho ha sido de modo ineficaz. En su mundo de privilegio con ribetes celestiales, jamás pensó en este recurso.

En teoría el adversario de la Presidencia es la cara de la justicia. Pero atrás del telón de la dama (no confundir con “la dama del talón”) con los ojos vendados y balanza en mano hay un mar de privilegios, corruptelas y abusos.

La proporción de todo esto junto es una verdad común y admitida por los mexicanos. Todo mundo da por hecho que en México la justicia es cara, carísima, que se vende al mejor postor. Es una percepción vieja y no sujeta a discusión.

Nunca como en este ámbito es una verdad de cemento y acero que “con dinero baila el perro”; que no hay jueces y magistrados ni pobres ni en desgracia ni en la cárcel. Que la escena más cruel que suele vivir un paisano, sobre todo si carece de dinero, es caer en manos o garras de un Ministerio Público, y peor aún en los terrenos de un juez o magistrado; los ministros son la antesala del infierno.

Se ha sabido siempre, pero hoy se ventila, que existe una aristocracia dorada que administra la justicia, que las cadenas de parientes de funcionarios encumbrados en el Poder Judicial son interminables; suman legiones de hijos, sobrinos, esposos, yernos, amantes y parentela de toda laya que medran en esa pirámide privilegiada que…tiene en sus manos hacer justicia para los mexicanos.

Paradoja mayor no puede existir.

La corrupción abunda en los otros poderes, se sabe y se admite, pero este que hoy está en el patíbulo nada más y nada menos tiene en sus manos la vara de la justicia.

Los mejor pagados de toda la burocracia, quienes no tienen que rendir cuentas a nadie y quienes han vivido prácticamente de espaldas a la gente, en un paraíso de intocabilidad… ¡Hoy se dicen víctimas del poder y apelan a la comprensión y apoyo del pueblo!

En el marco teórico el Poder Judicial se muestra como contrapeso de los otros dos.  Todo mundo sabe que eso no ha sido cierto en un alto grado en el país. Los más altos funcionarios de la justicia lo han sido o son producto de la voluntad presidencial, de la influencia o el empuje de políticos poderosos de alto rango, de partidos, gobernadores, dinastías familiares, y los poderes fácticos.

Son, en suma, un engranaje grande e importante de la oligarquía de la nación.

En las encuestas que frecuentemente se hacen sobre el grado de confianza y credibilidad de los mexicanos en sus instituciones, lo decíamos en un artículo pasado, los órganos de justicia ocupan casi el fondo de la tabla, en el lugar 21 sólo por encima de policías, diputados, senadores y partidos.

Este, como otros núcleos de poder, los llamados órganos autónomos por ejemplo, han sido colocados frente al afán removedor y reformista federal como entes intocables, sagrados. Hemos dicho que, como obra humana, incompleta y falible, nada y ninguno es intocable.

Todos los que alguna vez se sintieron intocables, están en el panteón.

Toda institución pública siempre está y debe estar sujeta a actualización, reforma y perfectibilidad. Intocables sólo las piezas de un museo recién pintadas y con su letrerito colocado discretamente encima. Y eso mientras la pintura seca.

Otra cosa sería si estos dos polos de poder abandonaran su trinchera de soberbia e intransigencia y transitaran por un camino de sensatez y tolerancia, pavimentado con propuestas.

Tender puentes entre ambos es un reclamo, apelar a canales de diálogo y construcción con el concurso de intermediarios idóneos y confiables sería altamente sensato y saludable.

En uno de sus libros, Ricardo Villarreal dice algo así como “errar es humano, rectificar es política”.  Esto, como principio de entendimiento sería muy benéfico para el país.

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