México apostó por la consolidación de un cambio de régimen de manera pacífica, legal y democrática
Durante todo el sexenio, Andrés Manuel López Obrador tuvo el control de agenda mediática y política. Su principal estrategia es la política de contraste, misma que funcionó en todo momento por la incapacidad de articular una idea que no fuera reaccionaria, prejuiciosa o si quiera matizada por parte de la oposición.
Aprovechando esa actitud conservadora evidenció la falta de vocación por el servicio público y de voluntad por el interés del bien común, el presidente presentó iniciativas y programas novedosos para que la oposición sacará el cobre.
El debate público lamentablemente sufrió un grave retroceso; a cada propuesta, la oposición respondía con calumnias o golpeteos; de hecho, el presidente fue atacado más de medio millón de veces en medios digitales y escritos, sorprendentemente no sufrió daños considerables en sus bonos de legitimidad, lo que deja claro una diferencia real entre la opinión pública y la opinión publicada.
La oposición nunca pudo entender su estrategia. La oferta política del humanismo mexicano la cumplió a cabalidad, de forma impecable. ¿Cuál fue su secreto? Mantener la confrontación política para diferenciarse de la banalidad de los ataques con un proyecto real de nación.
Nadie puede decirse engañado o sorprendido porque el presidente Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, estén promoviendo una serie de reformas al régimen político mexicano. Esta idea no es aislada ni esporádica, sino que es parte de un proyecto respaldado en 2018 y 2024 por más de 33 y 35 millones de votos, respectivamente.
Este proceso de “consolidación”, a pesar de que se ha planteado de manera pausada por todas las formas de comunicación posible, sigue sin ser entendido por el conservadurismo mexicano, que en su férrea lucha por defender sus privilegios nada a contracorriente de la voluntad popular que se manifiesta en la opinión pública (que no es lo mismo que la publicada), y sobre todo, en el momento de elegir a sus gobernantes a favor de que la Cuarta Transformación sea el detonante de un cambio verdadero para construir paz, justicia y bienestar.
Estos agentes del conservadurismo no son exclusivamente locales, por ello, de manera usurera y alevosa los capitales golondrinos internacionales pretenden quebrar la voluntad transformadora del pueblo y sus gobernantes. Lograron desequilibrar el (super) peso, más no lograron impedir este cambio de régimen, sino todo lo contrario, demostraron la necesidad de seguir construyendo legitimidad y apoyo del pueblo a estas reformas, particularmente, la destinada a transformar al Poder Judicial de la Federación.
La reforma al Poder Judicial pretende cambiar ese poder en el que el influyentismo, el nepotismo, la corrupción y las canonjías han engolosinado a su burocracia, misma que le ha puesto un signo de pesos al alto valor de la justicia en México.
En parte el principal problema del Poder Judicial es el alejamiento que tiene del pueblo, por ello, una manera de arraigarlo a la voluntad popular es someter su elección al criterio de una elección general. Es decir, buscamos que la gente decida a los integrantes de la Suprema Corte, el Tribunal Electoral, Jueces de Distrito y Magistrados de Circuito del país, así como la creación de un nuevo Tribunal de Disciplina Judicial (TDJ) (más de mil 688 cargos que serían votados en 2025).
Esta reforma no es un capricho, es un mandato popular que quedó claro el pasado 2 de junio, sin embargo, la mayoría no puede ser abusiva, por ello, impulsaremos desde la Cámara de Diputados cientos de asambleas públicas por todo el país para conocer e integrar de manera vinculante la opinión de la ciudadanía.
La justicia no puede ser una componenda, ni mucho menos debe verse a la institución encargada de proveerla como una agencia de colocación de empleos; el pueblo tiene derecho a ser consultado sobre tan noble tarea, de ser así, el Poder Judicial se verá fortalecido, renovado de confianza y será más cercano a las más sensibles problemáticas de la población en general, y no de una burocracia dorada. Sin embargo, esto la oposición no lo entiende.
@ACarvajal06